viernes, junio 30, 2006

El Cumpleaños Número 60

Noviembre 24 de 2005

En mi familia desde que tengo memoria se hacían algunas celebraciones en el transcurso del año. Una de ellas era el Santo de mi abuelito, Manuel. Había que levantarse temprano a matar las gallinas que serían servidas fiambre con varias ensaladas, entre ellas el infaltable apio con rabanito, que mi tía picaba de una manera muy especial y dejaba en su cabecita (del rábano) las hojitas más tiernas como adorno. El apio se picaba largo y finito y se dejaba toda la noche sumergido en agua para que se enroscara, o se le hacían unos tajitos a los tallos cortados para que con el agua se abrieran y quedaran también medio enroscados. Luego había un asado también con ensaladas y un consomé (que se servía en esas antiguas tazas anchas con dos orejas, una a cada lado). A mi no me gustaba el consomé ni la gallina (debe haber sido porque muchas veces presencié cómo les estiraban el cogote a las pobres gallinas y luego las colgaban con una amarra bajo el ciruelo. Las veía aletear en sus últimos instantes de vida. Era horrible ver ese espectáculo.

Los festejos de los Santorales eran en grande, con hartos invitados, entre familiares y amigos, hasta bailoteo había. Se celebraban las Carmenes, los cumpleaños y no faltaba alguna ocasión para reunirse.

A mi, sólo una vez recuerdo que me celebraron un cumpleaños así en grande, fue cuando cumplí los 13 años. Hasta bailé (ni sabía como hacerlo) Había hartos invitados que se quedaron en casa hasta la madrugada (en ese tiempo había toque de queda).

En el año 2001 hicimos una fiesta así, grande, pero sólo familiar porque el tío Hugo había fallecido hacía poco y no teníamos ánimo de festejar. Así que organizamos una fiesta de celebración del cumpleaños número 60 de mi tía Haydée y también celebramos los cumpleaños de mis sobrinos Diego y Claudia, que están muy cercanos al cumpleaños de mi tía.

Los preparativos de una fiesta siempre son emocionantes. Fuimos un día con mi tía y mi hermanito a comprar los adornos para la fiesta. Compramos unas guirnaldas de colores que parecen flores pegadas una a la otra y que al abrirlas parecen un acordeón bien largo. Compramos hermosos globos (que el Dieguito infló, es “inflador” profesional – tiene unos pulmones increíbles). También compramos cornetas y un gorro especial para cada niño. A las niñas que eran tres: La Claudia como festejada tuvo un sombrero blanco con plumas en el borde, la Camila tuvo otro sombrero con adornos brillantes y la Whitney uno muy similar. Los niños podían elegir entre: Un gorro de Robin Hood, uno de Batman, uno de soldado y uno de capitán… El Diego tenía un hermoso turbante que no se quería colocar porque le daba vergüenza (además que era el niño más grande de la celebración). Compramos una hermosa piñata con forma de canastillo y que en la parte superior tenía varias flores de papel crepé de distintos colores. La piñata ni se rompió y después se la regalamos a la Camila para que la usara en su cumpleaños. Llenamos la piñata de dulces de distinto tipo y hasta monedas les echamos.

Las preparaciones de los alimentos comenzaron muchos días antes. Yo hice un queque de manzana con nuez, un pan de pascua alemán y dos tortas (una rectangular con una cancha de fútbol – para el Diego – y la otra una redonda adornada con flores naturales (alstroemerias) – para la Claudia y mi tía.

Mi tía hizo tacitas, mejor dicho llenó las tacitas porque se compran listas. Y luego las rellenó con pasta de pollo, huevo duro, ricotta y en esta ocasión recurrió a una receta antiquísima de una pasta de zanahorias ralladas con nueces. También hizo una pasta de panitas de pollo con lechuga (todo picado muy fino). Estas recetas eran de su época inmemorial – de cuando celebraban los San Manuel – ni yo conocía esas exquisiteces (es que esta fiesta era especial y diferente). Hicimos entre todos, hasta el Héctor, muchos canapés (que a la Claudia le gustaron mucho). Hicimos unos pinchos de jamón enrollado con queso, salame y aceitunas. Compramos maní salado y papas fritas.

Comenzaron a llegar los invitados y cuando ya estuvieron todos, hicimos sentarse a los niños en el sofá cama (que estaba en casa de mi tía en ese entonces – yo vivía allá) y les sacamos varias fotos. Lo rico de esto es que los niños se conocieron ahí entre ellos, porque nunca había ocasión de juntarlos a todos, para que participaran de alguna fiesta familiar. Yo tengo muchos recuerdos cuando jugaba con la Jani, mi prima, o con la Massiel, Marcela y Marcia. También veía jugar a los chiquillos con el Darwin. Esos recuerdos son ricos, y mis sobrinos no tendrían de esos recuerdos porque como vienen poco a Santiago y por pocos días, no se había dado la ocasión. Así que esta vez los reunimos y les tomamos varias fotos. Los filmamos y luego salimos al patio (era un día nublado) y tomamos fotos cerca del limón que mostraba sus hermosos frutos. Era un gran acontecimiento por lo mismo.

Los sentamos luego a la mesa, donde cada uno tenía un plato con queques, canapés, galletas, trufas y otras cosas. Tenían su cajita de sorpresas y una bolsa para cada uno para que echaran sus dulces. Tomaron chocolate caliente y luego los llevamos al segundo piso a una sesión de películas Disney (Toy Store, Los 101 dálmatas y otras). Entretenidos de esa forma los grandes podríamos festejar tranquilamente.

Simultáneamente, mientras los niños estaban en la gran mesa disfrutando de la fiesta. Los grandes también participaban en el living y el comedor. Donde cada uno disfrutó de una rica taza de chocolate y un trozo de torta (la de selva negra, la cancha de fútbol).

El día de nublado pasó a lluvia… así que el Ivancito, con Héctor y mi primo Darwin, fueron con paraguas a encender el fuego en la parrilla. Estaban bajo la pequeña protección que podía darles el palto con sus pocas hojas. Creo que también tomamos fotos de ese momento. Gracias a que la parrilla tiene su campana no nos quedamos con los crespos hechos y pudimos realizar el asado.

Estaba ya oscuro cuando los grandes nos sentamos en la gran mesa a disfrutar de la carne asada con sus ricas ensaladas (mi tía hizo la Rusa, que le queda tan rica. Una cama de papas mayo con arvejas y zanahorias, sobre eso una capa más angosta de cebolla picada en cuadritos muy finos y al centro el delicioso atún).

El Ivancito se lució con un rico Margarita (con borde de sal y todo), también había ponche de vino con duraznos y bebidas para los niños.

En el equipo sonaban las cumbias de la Sonora Palacios. La Sonora Palacios me trae especiales recuerdos porque teníamos un disco Long Play que era el único medio fiestoquero que teníamos – a mi papi le encantaba – y sólo escuchábamos ése en todas las celebraciones de pascua y año nuevo. Parecía disco rayado… siempre bailábamos lo mismo, pero ahora estábamos más variados. Teníamos algo de Elvis Crespo y de Juan Luis Guerra.

La fiesta seguía desarrollándose con mucha alegría. Hasta que llegó el momento esperado por todos… ¡¡mi tía debía soplar las velitas!! Como eran 60 y no cabían tantas velas en la torta, pusimos las que cabían solamente. Así había velas de distinto tamaño, unas flacas y largas y otras chiquitas. Nos demoramos mucho en encender las velas porque había que empezar del centro hacia fuera para no quemarse. La Mirthita me ayudó a encenderlas. Pero mi tía, tan apurona, no esperó que apagáramos la luz y entonáramos la canción cuando de un soplido ya las había apagado todas.

- ¡Nooooo! ¡No vaaaaaale! – gritámos todos – Con lo que nos había costado encenderlas ahora teníamos que encenderlas de nuevo… las velas flacas y largas se iban deshaciendo rápidamente, así que como pudimos volvimos en encenderlas, para que ahora sí, mi tía soplara con ganas. Mi tía no quería volver a soplar pero ante los gritos de todos volvió a hacerlo.

Los invitados habían llevado un regalo para cada festejado. Lo que yo agradecí mucho porque ir a un cumpleaños y llevar tres regalos no es muy económico… pero mi tía y los niños lo merecían.

Así llegó el momento de abrir los regalos y de romper la piñata… todos estábamos reunidos en lo que antes era el dormitorio de Iván y que ahora era parte de la cocina, pero aún no botábamos el muro para que la cocina quedara más amplia. A penas podíamos filmar y sacar fotos de tan lleno que estaba. La Massiel estaba embarazada y tenía una tremenda guatita, pero eso no le impidió disfrutar ayudando a sus sobrinos a recoger dulces y echarlos en la bolsa que les habíamos entregado con anticipación.

Como esta era la primera vez que nuestra generación se reunía para celebrar un cumpleaños. Todos subimos al segundo piso y nos sentamos en el sofá cama… Otros se acomodaron de pie, detrás del sofá y los demás se tiraron en la alfombra junto con los niños que estaban sentados para iniciar una sesión de fotos. Me preocupe de que la música también estuviera de acuerdo a la ocasión y escuchamos con alegría y emoción:

…”Hoy estamos festejando, entra ya, no tengas miedo
No te asustes que no muerden, somos pocos, pero buenos
Pasa y tómate una copa, que hay lugar para otra silla
déjame que te presente a mi gente, mi familia

Ya lo ves, hablan todos a la vez y después se pelean por un mes
Pero cuando las cosas van mal a tu lado siempre están.
Quiero brindar por mi gente sencilla. Por el amor, brindo por la familia

Si te tiran con un corcho o al pasar te pisa un niño
En el fondo es tan sólo una muestra de cariño
Ya te irás acostumbrando, sólo es gente extrovertida
Cuando griten no te asustes, es que viene, la comida

Ya lo ves, comen todo y después a sufrir con la dieta otra vez
Pero nunca te dicen que no, si les vuelves a ofrecer.

Quiero brindar por mi gente sencilla, por el amor, brindo por la Familia…”



Y así los 60 años de mi tía quedaron inmortalizados en la cinta de la filmadora, en las fotos y en la memoria… de toda la familia.

jueves, junio 29, 2006

El Caballero

Aconteció un Viernes, 4 de Noviembre de 2005
19:00 Horas

Subí a la micro. La 121, que me llevaría a mi penhouse. Todos los asientos estaban ocupados. Llevaba el bolso de viaje en la mano, así que para no estorbar a nadie me fui al final de la micro. Mientras me acercaba descubrí un asiento desocupado, pero estaba en las “alturas”, vale decir que estaba bastante más alto que el resto de los asientos. Había 4 asientos ahí, el vacío estaba al centro. Como vestía pantalón no titubié en levantar mi pierna y escalar hasta el asiento. Ahí instalada tenía una vista panorámica de la situación, podía ver todo lo que sucedía en la micro. A mi lado iba un señor medio dormido.

La micro no tardó en llenarse… qué llenarse, ¡repletarse! Al extremo que el chofer abría las puertas de atrás para que subieran más pasajeros. Subió entonces un señor medio gordito – con guatita de cervecero – de pelo canoso y crespo. Lo miré e inmediatamente me di cuenta que tenía cara de “bonachón”.

Cuando algún pasajero iba a bajar, él gentilmente bajaba de la micro y ayudaba a bajar a las personas y luego volvía a subir. De repente aún no terminaban de bajar los pasajeros cuando el micrero ya empezó a avanzar. El caballero “chifletió” (de silbido), ya estaba abajo ayudando a los demás a bajar y le lanzó un grito al chofer…

- ¡Espérate oooooh! ¿Que vai nervioso?

Yo, lo seguía observando. Bajó otro pasajero que iba medio sentado en el peldaño alto que tuve que subir para llegar a mi asiento. Entonces el caballero se acomodó ahí. Casi cerca de mis pies.

El señor que iba a mi lado despertó y se bajó, entonces el gordito escaló el gran peldaño y se acomodó a mi lado. Curiosamente me dieron ganas de decirle que él me parecía “bonachón”, pero callé… y no me atreví a decírselo.

Continuamos nuestro rumbo entre saltos de lomo de toro y calles con hoyos. La micro dobló en Independencia con Vespucio, donde recientemente habían abierto la calle que estaban reconstruyendo y que acortaba bastante el trayecto a casa.

El Caballero me dijo algo… yo no le oí porque el motor de la micro junto con la velocidad que llevaba el conductor hacían un ruido infernal. Así que acerqué mi oreja hacia él en señal de que me repitiera lo dicho.

- ¿Abrieron aquí?
- Si – dije yo – Ayer… antes de ayer – me corregí.

Ahora él no escuchó y fue él quien puso su oído cerca de mí, para que yo le repitiera lo dicho. El hecho significó una pequeña complicidad entre nosotros. La micro se detuvo y subió un heladero. El caballero levantó la mano para que el heladero se acercara. Inmediatamente pensé: “me va a ofrecer un helado”… y así no más fue.

- ¿Se sirve un heladito? – Me dijo amablemente mientras metía su mano en el bolsillo del jeans para sacar las monedas.

- No… gracias – le dije sonriéndole.

Él insistió. Pero volví a negarlo… El Caballero se resignó y comenzó a disfrutar su helado, que dicho sea de paso se veía más rico (era un mora-crema).

Mientras devoraba su helado lo observaba de reojo. Mi intuición no me había fallado… bastaba sólo una mirada para darse cuenta que aquel hombre… realmente era “bonachón”.

miércoles, junio 28, 2006

Y el amor llegó de nuevo

Noviembre 03 de 2005

"Tengo miedo de enamorarme y sufrir por ello.
Tengo miedo de enamorarme... aunque necesito sentir esa bella sensación.
Cada uno de tus correos acelera los latidos de mi corazón...
y por eso, tengo miedo de abrirlos.
Tengo miedo. Por eso dejé de escribirte"


Al fin pude saber qué había pasado con mi Amigo Virtual.

Borrando los correos de Gonzalo, me había encontrado con su casilla y le había escrito nuevamente, con temor de que mi carta no encontrara eco. Pero esta vez (y luego de dos años) si contestó... y me contó lo que sentía.

La atracción que yo sentía por él, brotó como la erupción de un volcán dormido y silencioso. Ahora estaba libre y podía corresponder a sus sentimientos... ¿cuándo te enamoraste de mi? Le pregunté:

"¿Viste trabajar alguna vez a una araña?
Esto ha ido sucediendo igual, poquito a poco. A medida que nos íbamos intercambiando informaciones y conociendo un poco más.
Siempre me atrajo tu inteligencia, tu forma de ver las cosas y ese contenido espiritual que tiene tu forma de ser..."


Así supe como fue naciendo su amor por mí.

"Querida Angélica:
Yo creía que la atracción entre las personas era culpa de las feromonas, pero no hay ninguna posibilidad que ello suceda por Internet.
Me encanta tu forma de ser, siento tu cercanía, tu cariño y hasta casi tu perfume.
Lo increíble es que me estoy enamorando de una mujer que todavía no tiene rosto, pero que tiene un alma preciosa.
Me la voy a jugar por vos.
Me gustás."


Sus cartas llenas de sentimiento me trajeron días de dicha, de felicidad, de ganas de vivir. Vivir para conocerlo y sentirme entre sus brazos.

Me enamoré. Era tan rico sentir todo eso que me inspiraba él. Me inspiró a volver a escribir pues había pasado mucho tiempo y pocos escritos habían nacido. Ahora... de vuelta en mi vida quería escribir para él.

Creó para mí, más versos de amor:

"Tan lejos que estoy de vos
y ni siquiera un recuerdo
es todavía posible
para traerme consuelo

Casi no sé quien sos
pero no quiero perderte
aunque no puedo encontrarte
para empezar a quererte

Me enamoré de tu amor
y eso será hasta la muerte
pero no quiero morir
sin poder verte y tenerte"

"Necesito estar contigo. Quiero conocerte, sentir el sabor de tus besos y de tu cuerpo ¿qué maleficio me enviaste Angélica?"


La mujer sin rostro dejó de serlo. Le envié la primera foto.

"Me estoy enamorando de esa preciosa mujer que me sonríe desde la pantalla, a la que ansío estrechar entre mis brazos, y a ¡la que apenas conozco, tan solo por lo que me han hecho sentir sus palabras escritas!"

"Esto es una locura que ha comenzado y que por lo menos yo, ya no puedo parar".

"Estoy pensando en vos. Todo el día pienso en vos".

"Estoy convencido que somos un par de locos que piensan y sienten igual. Ojalá que esto que estamos comenzando lo hagamos bien y dure muchos, muchos años.
Me vuelves loco. Me gustás"

"Siempre miro hacia adelante y allí estás tú. Esa mujer que me encantó con extraños sortilegios y que quiero conocer pronto. A la que quiero abrazar y besar. Y quiero decirle cosas bonitas al oído. Hacerle vivir maravillosas sensaciones, compartir sus momentos y conocer mejor su persona".


"Sólo pienso en vos. Hasta en los momentos más ingratos del día. tu presencia aún lejana me reconforta".


Mi vida se llenó de amor, alegría, de calma y me sentí amada, valorada, deseada, comprendida, soñada, ilusionada... Mientras el maestro me construía las panderetas (realizando mi primer gran proyecto) yo leía los correos de mi amigo virtual. Me los aprendía de memoria de tanto leerlos. Y me sentía acompañada con sus palabras.

De vez en cuando escuchaba su voz al teléfono... una voz tan agradable, tan dulce, cuyo acento uruguayo, me volvía loca...

lunes, junio 19, 2006

La Decepción

Lunes 31 de Octubre 2005.

- ¿Qué hora es?
- Las 4:15:- Y don Lautaro, mi jefe, seguía conversándome. Pero mi mente se iba... divagando por otros lugares.
- ¿Qué hora es ahora? :- Volví a interrumpirlo
- ¿Porqué está tan nerviosa?
- Es que siempre que me voy más temprano me pongo nerviosa.

Tal vez ocurra así... pero este, hoy no era el motivo.
- ¿Y ahora?
- Un cuarto para las cinco.
- Me voy a arreglar mis cosas. Luego paso a despedirme.

Me fui a mi oficina.

Un mal presentimiento me hizo detenerme en la página abierta de Hotmail. Pinché la bandeja de entrada "¡que no haya nada, que no haya nada!" rogaba mientras esperaba ansiosa que cargara la página, capaz que hubiese un mail de él diciéndome que no iría... Por fin ví la bandeja de entrada vacía... apagué el computador, estaba contenta.

Inmediatamente comenzó a sonar mi celular, altiro pensé: "¡Es él!"... lo tomé y contesté ansiosa... No se escuchó nada. Colgué... Volvió a sonar... ¡es él!

………………………………..

Sentí un poco de decepción. Ya no necesitaba irme más temprano. Pero el permiso ya estaba solicitado. Tomé mi chaqueta, mi cartera y fui a despedirme de Don Lautaro. Traté de disimular mi desilusión. No sé si lo hice bien, pero mi sonrisa ya no reflejaba alegría.

Caminé... después de todo, ¡nunca te han resultado esos encuentros Angélica! Hice memoria, sonreí para adentro. Andar contigo será peor que andar con un tipo casado... y eso ya lo viví. Fui amante por años, sin esperar nada, sabiendo que nuestro secreto jamás sería conocido. Recordé cuantas veces mi tía y el Iván viajaron a Talca y me quedé sola en la casa, recordé cuantas veces lo invité a él... y nunca llegó... por lo menos ahora me avisaron... él nunca me podía avisar y yo esperaba y esperaba en vano. Le sucedían las cosas más increíbles... cosas que yo siempre creí.

Recordé cuando mi tía y el Iván fueron de vacaciones a Coquimbo. Gonzalo vendría... ¿y si pasa algo y ellos no pueden viajar y lo pillan aquí? Me atormentaba pensándolo. Finalmente se fueron. Ese viernes yo estaba saliente de noche, una compañera me trabajaría el domingo. Todas sabían que él venía... pero sonó el celular... Estará listo para abordar el avión... otra cosa increíble sucedió... Tenía la maleta ya cargada en el avión. Pero días antes, sin saberlo, se le ocurrió plastificar el carnet, motivo por el cual le impidieron salir del país: - "Te podemos dejar salir” - le dijo el agente de policía internacional - “pero en Chile no te van a dejar entrar y tendrás que devolverte". Así perdería el pasaje que no era barato y perdimos la oportunidad de vernos. Lloré, lloré y lloré. Me pasé el sábado llorando y conectada a Internet con él. Hasta olvidé alimentar a la perrita. Mis compañeras me reconfortaban por mail... la Paolita me subía el ánimo por teléfono. La pena fue tan grande (después de eso... nada podrá ser más grande).

Así que continué mi camino a casa. En otros tiempos, me habría bajoneado y talvez habría llorado... pero ahora, al contrario me fortalecía yo misma.

- "Si elegiste enredarte con él... sabiendo sus compromisos, tienes que aceptarlo como algo normal, que puede suceder muchas veces más" y se me venía al oído una frase que me sonaba a súplica... "téngame paciencia".



Estoy bien... Barrí la calle (que no la barría hace como un mes, si es que no es más) Me llamó el Ivancito:

- ¿donde estai?
- En mi casita
- ¿Tan temprano? ¿porqué tan temprano?
- Es que pedí una hora para venirme antes
- ¡Soy patúa!

Por la noche llamé a mi amiga... no me contestó, ni me devolvió el llamado (sabía por instrucciones mías que no debía llamarme) Así que por la mañanita la desperté:

- amiga... no tuve "encuentro cercano"
Le conté lo que sucedió
- ¿Le creí amiga?
- Si... le creo - No tengo porque no creerlo. Tengo la mala costumbre de creer en las personas.

Así pasé un fin de semana más en mi bella casa... y comí pie de limón (que había hecho para él) como nunca había comido. "El lunes le llevaré pie a Don Lautaro y a Moisés (el junior)... también le llevaré a mi tía y al Ivancito"

viernes, junio 16, 2006

Despedida


Yo tenía muy claro que con Gonzalo jamás iba a volver.

Para comenzar una nueva relación debía dejárselo claro a él también y por esa razón lo llamé y conversamos. Después de un mes de nuestra ruptura, ambos estábamos relativamente bien. Finalizamos nuestra conversación amigablemente y con palabras de buena crianza.

Había pasado la noche en casa de mi tía para poder llamarlo desde el teléfono de red fija. Así que al día siguiente me fui a mi trabajo y luego a mi casa.

En el trayecto a casa, el rememorar mi conversación con él, me produjo por primera vez, (desde que habíamos terminado), una sensación de pérdida. Pero no por perderlo a él, sino por perder mis sueños, mis ilusiones. Me angustié. Había comprado una casa, para compartirla con él, había pololeado a la distancia (en una relación muy difícil por la lejanía y el no poder estar frente a frente a diario) durante 3 años. Tenía la esperanza que algún día estaríamos juntos, habíamos soñado con tener hijos, hasta teníamos el nombre de nuestra primera hija… Marian.

Pero una vez más el día se volvió noche… y caminé en una noche sin luna, caminé en la oscuridad absoluta, sin saber hacia donde dirigirme, por un sendero triste, inhóspito, desolado, abandonado… Abrí los ojos y me encontré en mi jardín, regando unas lechugas que ya no quería comerme, regando unas flores que había cultivado para que cuando él viniera disfrutara de todo eso conmigo.

Mis lágrimas inundaban mi jardín… había perdido todo… un compañero, un sueño de ser madre… ya no había futuro, sólo lágrimas y tristeza… y una casa enorme para mí y mi soledad. Y fui llanto, y pena, y angustia, y agonía, y frustración, y desaliento… y sentí odio, desprecio, rabia, humillación, decepción… y no sabía hacia donde me dirigía, como una brújula en mal estado que da vueltas y vueltas sin encontrar el rumbo. De pronto me di cuenta que mis flores lloraban conmigo, mis lechugas me abrazaban los pies y mis lágrimas las golpeaban como granizo… las hería, les hacía daño… dejé de llorar.

La voz de mi amiga Paola me reconfortó, sus palabras apagaron mis sollozos… el llanto me desahogó, volví a ver el sol y fue la última vez, que mis ojos lloraron por él.

miércoles, junio 14, 2006

El Regalo

25 de diciembre de 2004


Esta navidad recibí el regalo más hermoso…

Fue un regalo que me emocionó, me estremeció y me llevó a recorrer momentos pasados en mi vida.

El regalo fue la herencia que me dejó mi tío Hugo. Mi tía Mary, su esposa, me contó que tenían un pacto entre ellos: si uno de los dos faltaba, el otro me haría entrega del regalo. Como mi tío nos dejó hace más de dos años, ella fue quien me entregó hoy, 25 de diciembre, el brazalete de oro que él le regaló a ella cuando estaban pololeando.

Me dio penita y emoción saber que ese brazalete, fue testigo de su matrimonio y de su amor. Me sentí honrada por haberme elegido a mí, para ser la heredera de aquel tesoro. Mi tía me lo entregó, lo saqué de la bolsita en que estaba y lo miré… y lo admiré. Es un tesoro que guardaré muy bien, porque es un regalo de amor. Amor del tío Hugo hacia mi tía… y amor de ellos hacia mí.

Cuando le conté a mi tía Haydée y al Iván lo que mi tía me había dicho al entregarme el regalo, no pude evitar que se me nublara la vista y soltar unas lágrimas, sentí la garganta ahogada en sollozos, a penas podía hablar… recordé a mi tío. Las cosas lindas que vivimos y compartimos con él.

Ese mismo regalo se lo heredaré a mi hija, si es que la tengo. Le diré que fue de su tío que me adoraba y le contaré con alegría y admiración, la gran persona que fue y el gran cariño que me entregó.

viernes, junio 09, 2006

Mi Jardín


Para olvidarme de ti voy a cultivar la tierra;
en ella espero encontrar remedio para mi pena.
Aquí plantaré el rosal de las espinas más gruesas;
tendré lista la corona para cuando en mí te mueras.

Para mi tristeza, violeta azul;
clavelina roja, pa' mi pasión;
y para saber si me corresponde,
deshojo un blanco manzanillón;
si me quiere mucho, poquito o nada,
tranquilo queda mi corazón.

(Violeta Parra)


Angie, la niña de las flores. Así me llamaban algunas colegas del trabajo. Porque sabían de mi amor desmedido por las flores.

Lo primero que hice cuando llegué a mi casa, fue cultivar mi jardín.

Cultivarlo fue el remedio para mi soledad, mi tristeza, fue motivo de mi alegría, de mi admiración y de muchas otras cosas.

Planté una hermosa bougambilia, pegada a la pared de la casa, en el antejardín. Así, sus brazos y guías irán abrazando mi casa lentamente, hasta cubrirla completamente, y cuando el viento sople, hará llover flores rosadas, que dejarán el pasto salpicado de manchitas rojas.

También planté lupinos, fresias, clavelinas, calas, manzanillones, crisantemos y tantas otras flores que hacen que mi jardín, sea el único del vecindario que está todo el año con flores.

A veces, la gente se detiene frente a mi reja. Yo los observo desde la ventana de la cocina, donde ellos no me pueden ver. Desde ahí puedo apreciar sus comentarios: ¡Qué lindo el jardín! ¡qué lindas las flores! Hasta mi vecina del frente un día me dijo: “Están lindas tus flores” y yo me puse toda cocoroca ¿has visto a las gallinas cuando ponen un huevo cómo se ponen? Sacan pecho (o pechuga) y levantan la cabeza en señal de que están contentas, bueno, ¡así estaba yo!

Por las tardes mientras jardineo, escucho como los niños de la cuadra, salen a jugar. Me da gusto verlos como revolotean cual pajaritos. Y pienso que me gustaría que una hija mía estuviera ahí jugando con ellos. La mayoría de las veces son las niñitas las que juegan.

Tengo ganas de ser madre. Ya tengo casa. Ahora quiero ser madre. Creo que me pondré en campaña a fin de año, para ser madre en el 2005. Antes de eso quiero comprar las cosas que necesito para mi casa, porque cuando quede embarazada tendré que asumir más gastos. Tengo que heredarle mi casa a mi hijo. Y me encantaría poder sentirlo en mi vientre. Debe ser emocionante… Le enseñaría a amar las flores, los animales, la naturaleza y lo más importante… sería mi flor más preciada.

Foto: Mi primer cultivo de Fresias