lunes, agosto 07, 2006

Vida y animales en mi casa

Sábado 17 de Diciembre 2005

No sé porqué salí “Abogado de los Pobres”. Don Lautaro, mi Jefe, siempre me ha dicho que debí haber estudiado leyes, por la manera como defiendo la causa… Aparte que según él, nunca me quedo callada (y he de reconocer también que soy medio Jalisco Zapata – si no gana… empata). El caso es que siempre estoy en defensa del más débil.

Cuando voy por la calle y veo a un perro atacar o perseguir a un gato, me meto a defender al gato… pero, si ese mismo perro a su vez es atacado por un perro más grande… defiendo al perro chico, a pesar de que atacó al gato y yo adoro a los gatos.

Estaba en la cocina, cuando miré por la ventana y vi tres pajaritos, medio torpes en sus movimientos, sobre la pandereta. Movían mucho sus alitas (así como cuando las gallinas se bañan en la tierra y la esparcen para todos lados con sus alas, o como cuando un pájaro se baña en una pileta y salpica agua para todas partes). Uno de ellos emprendió el vuelo y se posó, en el suelo de ripio, que está a la salida de mi cocina. En el suelo, ya había un pajarito que picoteaba por aquí y por allá. Era diferente a los otros, tenía en su plumaje unas tonalidades café oscuro que los otros no tenían, además, era más estilizado. Los otros eran repolludos y sus plumas parecían pelusas.

Al ver al pichón abrir su piquito y mover las alitas de la forma antes descrita, descubrí que era una madre con sus querubines. Los otros, también descendieron y se acercaron moviendo sus alas y abriendo sus piquitos hacia su madre. Ella, como podía metía su pico entre las piedras y lograba sacar semillas o quizás qué cosas que encuentran en el suelo, luego, se las daba a sus polluelos.

Yo estaba fascinada mirando el espectáculo, pero cuando los pajaritos se acercaban a la pared de mi cocina… no podía verlos, pues mi cabeza chocaba con el vidrio de la ventana. Ni me movía en donde estaba, para no espantar a la preciosa familia. Estuve largo rato observándolos, deleitándome con su ternura.

De pronto… miro con horror como viene acercándose lenta y sigilosamente, un hermoso gato negro y guatón. (Me pareció ver a un tigre detrás de su presa) Tenía una mancha blanca en la frente con forma de llama, que me recordó al gatito lindo… Silvestre. Hasta parecía saborearse de antemano, mientras se aproximaba a su presa.

- ¡¡¡Gato!!! – le grité para que se asustara y se fuera, pero no me hizo caso y continuó acercándose. Abrí entonces muy rápido la puerta de la cocina y logré salvar a esos pobres e indefensos pajaritos, los que volaron rápidamente mientras el gato negro y guatón se arrancaba.

Sentí como si hubiese hecho mi buena obra del día. Pensé en la tristeza que podría haber sentido la pajarita, al ver como el gato, negro y guatón, atrapaba en sus garras a una de sus crías. Afortunadamente yo estaba ahí, para hacer justicia y defender al más débil…