lunes, julio 31, 2006

La Puerta se cerró detrás de ti...

Los mensajes de amor seguían llenando mi casilla y con ellos mis sentimientos de amor crecían y crecían.

“Quería decirte que escribís de una manera perfecta y bella ‘Es el árbol que crece y vivirá conmigo’ yo quiero ser ese árbol. Tu redacción debe ser un reflejo de lo que es tu alma, puro sentimiento, pura sensación…
‘Haría puros paisajes así, llenos de colorido’ hagamos de nuestras vidas algo igual, llena de color, de sensualidad, de alegría.
Contás las cosas de una manera simple y bellísima, que da gusto leerlas.
Ojalá no perdamos nunca esta magia que ha empezado a unirnos. Y que saquemos de la vida las mejores cosas para nosotros dos.
Mientras tanto seguiré soñando que huelo tu piel desnuda, que te estremecen mis caricias, que nos sumergimos una y otra vez en un torbellino de besos y de pasión. Deseo estar contigo”

“Yo quiero ser el hombre que llene tu vida. No veo el momento de estar contigo. Sos mi vida, te amo, te necesito. Quiero ser parte de tu vida, no una aventura que pronto se va a olvidar…”


Quién diría que después de todos estos correos todo quedaría en nada. Que su miedo al amor fue más fuerte. Pero lo entiendo porque un hombre casado no va a dejar todo lo que ha logrado por una aventura.

Lo que nunca le perdonaré es que se haya ido con el mismo silencio de la primera vez. Su insensibilidad hacia mis sentimientos, me dolió más que el hecho mismo de dejarme. Aunque mi cabeza era conciente de que lo nuestro no tenía razón de existir. Mi corazón lo amó… y cuando lo perdí, perdí también la alegría, esa alegría que me hacía cantar por las calles rumbo al trabajo, pero encima de todo, dejó insensible a mi corazón.

Ya no creo en el amor. Contigo se fue la niña romántica y enamorada que había en mí.

El amor va dejando puertas abiertas.
Esas puertas deben ser cerradas
Porque si las dejamos abiertas,
No podremos avanzar…

jueves, julio 20, 2006

El Metro

Miércoles 30 de Noviembre 2005

Estaba en la estación Lo Ovalle. Venía de casa de mi tía (en el 18 de Gran Avenida). La caminata hacia el Metro me hizo transpirar. Camino muy rápido, no lo puedo evitar. Soy así para todo.

El tren demoró mucho en llegar. Si demoró 5 minutos fue poco. Se aproximó lanzándonos una bofetada de viento, provocada por la velocidad y por la presión del túnel. Venía casi lleno. No entré, me empujaron y quedé donde apenas podía extender mi brazo para alcanzar el fierro y sujetarme.

¡Qué desagradable! Veo que ya me acostumbré a la micro y al Transantiago. El metro estaba sofocante. Los cuerpos de los pasajeros me tenían aprisionada. El calor era insoportable. Mi pelo estaba húmedo porque lo había lavado esta mañana y lo sentía mojado en mi cuello y mi espalda. Nadie se movía (no podíamos) y todos nos afirmábamos unos con otros. Procuré no perder de vista mi cartera, que de seguro estaba pegada a la espalda de alguna persona.

¡Uf! Al menos la ventana iba abierta y cuando el tren se cruzó con el que venía en sentido contrario, se inundó el ambiente de un rico aire frío, que nos refrescó por un momento. Yo sentía mi cara y mi frente mojada. No podía tocarme siquiera porque ni eso podía hacer. Sentía que la humedad de mi transpiración en mi pecho provocaba que mi perfume emanara aún más su fragancia. Sentía como una gotita me recorría suavemente la espalda y cada vez llegaba más abajo.

Es cierto que el Metro es más rápido (para trasladarse de un lugar a otro), pero también es cierto que la demora a veces es demasiado y eso implica que se llene más en cada estación. Los pasajeros de la Estación Ciudad del Niño (la siguiente de Lo Ovalle) no podían abordar el tren, y con mayor razón les costará a los que suben en las estaciones siguientes. Me pregunto: ¿Será que cada vez hay más gente que utiliza el metro en vez de la micro? o ¿La Restricción vehicular también se aplica al Metro y por eso había menos trenes funcionando?

De cualquier forma. Me carga el Metro, es ¡peor que un Sauna!

martes, julio 18, 2006

Los Jazmines

Carta para mi Amigo Virtual
Noviembre 30 de 2005

Ayer fui a quedarme a casa de mi tía. Tenía que ir porque debía ir a buscar el saldo de la plata que me prestó para pagarle al maestro por la confección de mis panderetas. Como hacía calor cuando llegué, alrededor de las siete de la tarde (y luego de comer algo rico que mi tía me tenía) le dije que fuéramos a regar el jardín, para así poder pasar un poco el calor. Fuimos.

Ella empezó a regar. Pero siempre que lo hace lo hace superficialmente. A mi me gusta echarles a las plantas un tremendo chorro de agua, cosa que la tierra la absorba totalmente. Luego paso por el mismo lado y vuelvo a echarle harta agua. Mi tía en cambio, rocia las plantas. Así que le pedí la manguera y comencé a regar yo. Es rico sentir el aroma de los pinos y admirar cómo la bougambilia se va enredando y va entremezclando sus flores con las ramas del pino (mi tía le tiene un arco de fierro a la bougambilia para guiarla). Había rosas blancas (floribundas) que son como racimos de rosas, todas juntitas que si las cortáramos sería como un pequeño ramillete que ya está armado por naturaleza. Esas rosas no tienen aroma, por eso a mi no me gustan tanto.

Como no regué el pasto, porque el pasto sí que está feo (la Pinka lo ensucia con sus fecas), mi tía me quitó la manguera y continuó regando ella. Yo lo acepté y me fui a sentar en un escaño que tiene bajo el parrón. Al levantar la vista para admirar el parrón me di cuenta que la madera que lo conforma estaba bastante a mal traer (es que Iván es re flojo para barnizar y lo han dejado así. Antes, el día 12 de octubre lo dedicábamos a barnizar el parrón porque era un día festivo y porque los brotes de las parras aún estaban pequeños. El Iván ponía la canción: "¡Tierra a la vista, tierra a la vista si señor! Esa es la I-india!", la canción trata del descubrimiento de América y cómo los tripulantes de la Carabela confundieron América con la India).

Imaginé que cuando el maestro termine de hacer mi terraza y arme las maderas que van a formar la terraza, tendré que preocuparme año tras año de barnizarla, para que así la madera se mantenga intacta a través del tiempo. Es otra tarea que deberé hacer.

Mi vista continuó su camino para ver las hojas del parrón que ya estaban bastante grandes (estaban buenas para hacer niños envueltos) y los racimos a su vez estaban bien bonitos. Aún eran muy pequeños sus granos, pero el tamaño de los racimos me dijo que cuando crecieran iban a ser bastante grandes. Ahí sentada disfrutaba de la brisa que se levanta cuando se moja el suelo y me refrescaba.

La casa de mi tía es hermosa, hartos árboles y flores... hasta las panderetas están medio camufladas con las ramas y hojas del jazmín de Siberia... éste aún conservaba unas flores. Un poco más allá estaba el jazmín de hélice, vi que estaba más hermoso que el que tengo en mi casa, pero también el de mi tía tiene más años, bastante más años... el mío es nuevo, tiene un año solamente.

Caminando por la terraza y acercándome a ella a medida que mi tía avanzaba por el jardín con la manguera, llegué a encontrarme con el jazmín del Cabo... mi tía ni siquiera se había dado cuenta que ya tenía una flor abierta y tenía otro botón comenzando a abrir. Acerqué mi nariz porque su aroma es delicioso... me acordé cuando fui a Montevideo la última vez y Gonzalo me estaba esperando con un ramo de jazmines... pero esas eran Gardenias (que son más grandes en flor y en hojas que el Jazmín del Cabo, pero tienen el mismo aroma y la misma tersura en sus flores). Le conté a mi tía de mi recuerdo, pero además de eso también pensé en ti (eso no se lo conté a mi tía), recordando un correo tuyo, donde me contabas que el aroma de los jazmines del campo y las fresias te traían los más bellos recuerdos... Volví a acercar mi nariz a la flor, que me llamaba a olerla. Cerré los ojos y pensé en lo rico que sería que estuvieras ahí, disfrutando como yo de ese aroma.

Ojalá algún día tengamos esa oportunidad, sería delicioso... buscar tu boca, mientras nos atrapan y envuelven los aromas de los jazmines...

viernes, julio 14, 2006

¿Buena suerte? o ¿Ayuda divina?

Noviembre 28 de 2005

He de contar que me considero una persona con suerte. Siento que Dios me ayuda y me protege. Es que además soy un pan de Dios, que se porta muy bien, tal vez por eso recibo algún premio, no lo sé…

En muchas ocasiones me he encontrado plata en la calle. Una vez que estaba bien pobre (ya estaba viviendo sola, y por consiguiente tenía muchos gastos y deudas) entonces, iba saliendo de mi villa, cuando me encuentro cien pesos en el suelo. ¡Qué alegría!, los recogí muy contenta… camino unos pasos más y veo otras monedas botadas y más allá otras. Al final me encontré todo el pasaje de la micro. Igual me dio pena porque alguien debe haber pasado corriendo y perdió su platita.

Otra vez, tenía mucha sed y no andaba con plata… me encontré quinientos pesos y me compré una botella de agua mineral.

Cuando fui a veranear este año a Coquimbo, fuimos con mi tía al mall de La Serena. Ahí había una oferta de “lleve dos trajes de baño y pague uno”. Sin pensarlo dos veces y viendo que ambos costarían $10.990, fui a probármelos y me dispuse a comprarlos. Estaba escasa de plata también en ese tiempo (vacas flacas) y recibí nuevamente ayuda divina y al pasar por la caja, ambas prendas marcaron solamente $1.990, yo la muy patúa no caché al tiro, así que lo pedí en tres cómodas cuotas. Es decir, me salieron cuotas de setecientos pesos cada una. Y no me dio ni vergüenza!

En otra ocasión, ya estaba cesante, entonces fuimos con mi tía a comprar Jeans, ya que los que tenía se me habían gastado y se habían roto. Costaban $19.990. Me los probé y me dispuse a pagarlos (con tarjeta CMR obvio) y de nuevo fui testigo de la ayuda divina… Dios sabía que estaba cesante y con poca plata, así que me rebajó los pantalones y solamente pagué $9.990. Me rebajó diez luquitas.

Una vez hice lesa a la empresa, a Chilesat. Resultó que al recibir mi liquidación de sueldo, me habían agregado el bono de vacaciones, pero a su vez me habían entregado también un bono de vacaciones con cheque. Muchas compañeras no tenían idea de lo que les pagaban y recibían su sueldo sin chistar, yo en cambio, llevaba la cuenta en la uña y sabía todo lo que me pagaban o me dejaban de pagar. Bueno, me di cuenta del doble bono y me quedé contenta porque una vez más Dios me ayudó… pero a los pocos días me llamó la Sra. Axa (mi jefa) a su oficina y me preguntó cuantos bonos había recibido. Yo pensé… y me dije: “Estos desordenados debieran darse cuenta ellos solitos que me pagaron doble. Si no se dan cuenta es porque son desordenados y trabajan tan mal que no tienen idea de lo que hacen” entonces me convencí que debía negarlo rotundamente… “Si ellos lo descubren, bien, lo devuelvo, pero no soy yo, quien debo sacarlos de su error”. Así es que me fui de negativa y disfruté de dos bonos de vacaciones ese año.

En otra ocasión pedí un anticipo de vacaciones. La empresa tenía un beneficio en el que se podía solicitar el 40% del sueldo como anticipo de vacaciones y luego al mes siguiente de haber vuelto a trabajar, comenzaba el descuento por planilla, en cuatro cómodas cuotas sin intereses. Ese año esperé y esperé, pero nunca llegó el descuento, así que también disfruté de unas ricas vacaciones.

Cuando se informaban las horas extras yo me acercaba a la pizarra con mis anotaciones a verificar si cuadraba con lo señalado en el documento. Por supuesto, que cuando faltaban horas iba corriendo a notificar la falta… en cambio, cuando se informaban horas de más, me quedaba calladita.

En los tiempos que estuve en vacas flacas debo agradecer a Dios por haberme enviado platita del cielo. Es decir. No faltaba el turno de noche que tenía que hacer y más encima de yapa venía un día festivo. Así tenía bono por turno de noche y bono por horas extras. Otras veces me salía algún encargo de torta o pie de limón que me sacaban del apuro.

Cuando tomé por primera vez el transantiago. Eché en el cobrador automático una moneda de quinientos pesos… y zas! calló el vuelto, la máquina linda me devolvió cinco monedas de cien pesos. Yo pasé el torniquete y me fui a sentar feliz. Claro que con el tiempo me di cuenta que yo debía haber echado la plata de nuevo, y que la máquina no se había equivocado, sino que yo fui la patúa que llegué y pasé y no pagué. Pero ojo! fue por desconocimiento del sistema.

Un día estaba en Montevideo con Gonzalo y fuimos al supermercado a comprar. Había unas flores preciosas que se me ocurrió llevarle de regalo a la madre de Gonzalo. Cuando pasamos las cosas por la caja, nos dimos cuenta que las flores no habían sido cobradas, pero ya habíamos salido de la caja así que continuamos nuestro camino contentos.

Las chiquillas siempre me echaban tallas cuando trabajaba en Chilesat, porque la Sandra, la Supervisora, era bien apretada con los permisos… no sé cómo lo hacía yo… o era demasiado convincente con la chiva que llevaba, el caso es que nunca me decían que no. Y siempre tenía el permiso solicitado o me acomodaban el turno según lo que yo pedía. (¡Eso es de suerte!) O me cambiaban las vacaciones según mi “conveniencia”.

Y así tengo hartos ejemplos más que se me han olvidado.

¡Ah! Y la más importante… Trabajé en la Universidad 4 años, me fui a ganar más plata a otra empresa. La otra empresa me finiquitó. Volví a la Universidad para ver si me tendían una mano y con gran sorpresa… Dios me tenía reservado el mismo puesto de hace 11 años… Se dio la vacante del cargo de Secretaria de Adquisiciones, con el mismo jefe y me recibieron con el mismo amor de hace once años…

¿Buena Suerte? o ¿Ayuda divina?

jueves, julio 13, 2006

El Transantiago

Noviembre 25 de 2005


Cuando comenzó el Transantiago hubieron muchos problemas, la gente reclamaba porque el servicio era lento, las máquinas nuevas hacían taco y tenían dificultad para desplazarse, a parte que no paraban en cualquier parte, sólo se detienen en las paradas.

Como el Chileno es desordenado y al lote, estábamos mal acostumbrados. Creo que eso sólo sucede en Chile. Hacíamos parar la micro en cualquier esquina y nos bajábamos a su vez en cualquier esquina. Eso hacía que las micros demoraran mucho en llegar a destino. Hasta yo me enojé con este proyecto. La micro que yo tomo no pasaba nunca y cuando pasaba, venía llena. Así pasaron unos cuantos días… yo hasta presenté un reclamo por escrito en el diario La Segunda en esos debates que hay donde uno pone su opinión. Yo hablé pestes del sistema. Mi carta fue publicada al día siguiente… me sentí orgullosa de haberla enviado.

Hoy me vine – para probar – en otra línea que viene de mi casa, dicha línea antes del Trans, pasaba llena y por eso no me gustaba tomarla, pero hoy venía con varios asientos desocupados así que la hice parar (en cualquier esquina porque eso sólo se respeta en las grandes avenidas y el centro y en los viajes de ida para tomar pasajeros algunos paran en cualquier lado). Me subí, saludé al conductor, pasé al cobrador automático que sólo acepta monedas, me entregó el boleto, pasé el torniquete y me fui a sentar. Lo rico de estas micros es que como pasan más seguido nunca se llenan como las amarillas, ésas se repletan tanto, que para llegar al final de la micro, hay que pasar a llevar a todos los pasajeros que van de pie y eso es bastante desagradable. Miré mi reloj para saber cuánto se demoraba en llegar al centro. Antes, el viaje en esa línea podría durar una hora y media… pues ahora sólo demoró ¡¡55 minutos!! – ¡no lo podía creer! – minimizamos el tiempo en más de media hora.

De vuelta ya había probado el Transantiago, comprobando que también el tiempo era reducido considerablemente.

Me dieron ganas de escribir nuevamente a La Segunda, para expresar mi opinión luego de haber transitado en el nuevo sistema... Me trago mis palabras. Qué lástima que el debate no sigue para poder revertir la situación. Eso me enseña a no emitir juicios a priori. Hay que probar primero y luego opinar. No podemos basarnos tampoco en opiniones de otros, porque el punto de vista cambia. Las cosas las tiene que vivir uno.

Ahora me gusta el Transantiago y cuando los pasajeros le echan pericos al chofer porque no para en donde ellos piden… me da pena, porque el pobre conductor no tiene culpa que la gente sea “incivilizada”, que no use la cabeza y que algunos aún no se den cuenta que para eso existen las PARADAS.