jueves, junio 29, 2006

El Caballero

Aconteció un Viernes, 4 de Noviembre de 2005
19:00 Horas

Subí a la micro. La 121, que me llevaría a mi penhouse. Todos los asientos estaban ocupados. Llevaba el bolso de viaje en la mano, así que para no estorbar a nadie me fui al final de la micro. Mientras me acercaba descubrí un asiento desocupado, pero estaba en las “alturas”, vale decir que estaba bastante más alto que el resto de los asientos. Había 4 asientos ahí, el vacío estaba al centro. Como vestía pantalón no titubié en levantar mi pierna y escalar hasta el asiento. Ahí instalada tenía una vista panorámica de la situación, podía ver todo lo que sucedía en la micro. A mi lado iba un señor medio dormido.

La micro no tardó en llenarse… qué llenarse, ¡repletarse! Al extremo que el chofer abría las puertas de atrás para que subieran más pasajeros. Subió entonces un señor medio gordito – con guatita de cervecero – de pelo canoso y crespo. Lo miré e inmediatamente me di cuenta que tenía cara de “bonachón”.

Cuando algún pasajero iba a bajar, él gentilmente bajaba de la micro y ayudaba a bajar a las personas y luego volvía a subir. De repente aún no terminaban de bajar los pasajeros cuando el micrero ya empezó a avanzar. El caballero “chifletió” (de silbido), ya estaba abajo ayudando a los demás a bajar y le lanzó un grito al chofer…

- ¡Espérate oooooh! ¿Que vai nervioso?

Yo, lo seguía observando. Bajó otro pasajero que iba medio sentado en el peldaño alto que tuve que subir para llegar a mi asiento. Entonces el caballero se acomodó ahí. Casi cerca de mis pies.

El señor que iba a mi lado despertó y se bajó, entonces el gordito escaló el gran peldaño y se acomodó a mi lado. Curiosamente me dieron ganas de decirle que él me parecía “bonachón”, pero callé… y no me atreví a decírselo.

Continuamos nuestro rumbo entre saltos de lomo de toro y calles con hoyos. La micro dobló en Independencia con Vespucio, donde recientemente habían abierto la calle que estaban reconstruyendo y que acortaba bastante el trayecto a casa.

El Caballero me dijo algo… yo no le oí porque el motor de la micro junto con la velocidad que llevaba el conductor hacían un ruido infernal. Así que acerqué mi oreja hacia él en señal de que me repitiera lo dicho.

- ¿Abrieron aquí?
- Si – dije yo – Ayer… antes de ayer – me corregí.

Ahora él no escuchó y fue él quien puso su oído cerca de mí, para que yo le repitiera lo dicho. El hecho significó una pequeña complicidad entre nosotros. La micro se detuvo y subió un heladero. El caballero levantó la mano para que el heladero se acercara. Inmediatamente pensé: “me va a ofrecer un helado”… y así no más fue.

- ¿Se sirve un heladito? – Me dijo amablemente mientras metía su mano en el bolsillo del jeans para sacar las monedas.

- No… gracias – le dije sonriéndole.

Él insistió. Pero volví a negarlo… El Caballero se resignó y comenzó a disfrutar su helado, que dicho sea de paso se veía más rico (era un mora-crema).

Mientras devoraba su helado lo observaba de reojo. Mi intuición no me había fallado… bastaba sólo una mirada para darse cuenta que aquel hombre… realmente era “bonachón”.

1 Comments:

Blogger Pablillous Opinó...

la verdad la sociedad y la gente nos han hecho poner desconfiados y generalmente mirarmos raro a la gente "bonachona"

besitos

30 junio, 2006 18:38  

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