viernes, julio 14, 2006

¿Buena suerte? o ¿Ayuda divina?

Noviembre 28 de 2005

He de contar que me considero una persona con suerte. Siento que Dios me ayuda y me protege. Es que además soy un pan de Dios, que se porta muy bien, tal vez por eso recibo algún premio, no lo sé…

En muchas ocasiones me he encontrado plata en la calle. Una vez que estaba bien pobre (ya estaba viviendo sola, y por consiguiente tenía muchos gastos y deudas) entonces, iba saliendo de mi villa, cuando me encuentro cien pesos en el suelo. ¡Qué alegría!, los recogí muy contenta… camino unos pasos más y veo otras monedas botadas y más allá otras. Al final me encontré todo el pasaje de la micro. Igual me dio pena porque alguien debe haber pasado corriendo y perdió su platita.

Otra vez, tenía mucha sed y no andaba con plata… me encontré quinientos pesos y me compré una botella de agua mineral.

Cuando fui a veranear este año a Coquimbo, fuimos con mi tía al mall de La Serena. Ahí había una oferta de “lleve dos trajes de baño y pague uno”. Sin pensarlo dos veces y viendo que ambos costarían $10.990, fui a probármelos y me dispuse a comprarlos. Estaba escasa de plata también en ese tiempo (vacas flacas) y recibí nuevamente ayuda divina y al pasar por la caja, ambas prendas marcaron solamente $1.990, yo la muy patúa no caché al tiro, así que lo pedí en tres cómodas cuotas. Es decir, me salieron cuotas de setecientos pesos cada una. Y no me dio ni vergüenza!

En otra ocasión, ya estaba cesante, entonces fuimos con mi tía a comprar Jeans, ya que los que tenía se me habían gastado y se habían roto. Costaban $19.990. Me los probé y me dispuse a pagarlos (con tarjeta CMR obvio) y de nuevo fui testigo de la ayuda divina… Dios sabía que estaba cesante y con poca plata, así que me rebajó los pantalones y solamente pagué $9.990. Me rebajó diez luquitas.

Una vez hice lesa a la empresa, a Chilesat. Resultó que al recibir mi liquidación de sueldo, me habían agregado el bono de vacaciones, pero a su vez me habían entregado también un bono de vacaciones con cheque. Muchas compañeras no tenían idea de lo que les pagaban y recibían su sueldo sin chistar, yo en cambio, llevaba la cuenta en la uña y sabía todo lo que me pagaban o me dejaban de pagar. Bueno, me di cuenta del doble bono y me quedé contenta porque una vez más Dios me ayudó… pero a los pocos días me llamó la Sra. Axa (mi jefa) a su oficina y me preguntó cuantos bonos había recibido. Yo pensé… y me dije: “Estos desordenados debieran darse cuenta ellos solitos que me pagaron doble. Si no se dan cuenta es porque son desordenados y trabajan tan mal que no tienen idea de lo que hacen” entonces me convencí que debía negarlo rotundamente… “Si ellos lo descubren, bien, lo devuelvo, pero no soy yo, quien debo sacarlos de su error”. Así es que me fui de negativa y disfruté de dos bonos de vacaciones ese año.

En otra ocasión pedí un anticipo de vacaciones. La empresa tenía un beneficio en el que se podía solicitar el 40% del sueldo como anticipo de vacaciones y luego al mes siguiente de haber vuelto a trabajar, comenzaba el descuento por planilla, en cuatro cómodas cuotas sin intereses. Ese año esperé y esperé, pero nunca llegó el descuento, así que también disfruté de unas ricas vacaciones.

Cuando se informaban las horas extras yo me acercaba a la pizarra con mis anotaciones a verificar si cuadraba con lo señalado en el documento. Por supuesto, que cuando faltaban horas iba corriendo a notificar la falta… en cambio, cuando se informaban horas de más, me quedaba calladita.

En los tiempos que estuve en vacas flacas debo agradecer a Dios por haberme enviado platita del cielo. Es decir. No faltaba el turno de noche que tenía que hacer y más encima de yapa venía un día festivo. Así tenía bono por turno de noche y bono por horas extras. Otras veces me salía algún encargo de torta o pie de limón que me sacaban del apuro.

Cuando tomé por primera vez el transantiago. Eché en el cobrador automático una moneda de quinientos pesos… y zas! calló el vuelto, la máquina linda me devolvió cinco monedas de cien pesos. Yo pasé el torniquete y me fui a sentar feliz. Claro que con el tiempo me di cuenta que yo debía haber echado la plata de nuevo, y que la máquina no se había equivocado, sino que yo fui la patúa que llegué y pasé y no pagué. Pero ojo! fue por desconocimiento del sistema.

Un día estaba en Montevideo con Gonzalo y fuimos al supermercado a comprar. Había unas flores preciosas que se me ocurrió llevarle de regalo a la madre de Gonzalo. Cuando pasamos las cosas por la caja, nos dimos cuenta que las flores no habían sido cobradas, pero ya habíamos salido de la caja así que continuamos nuestro camino contentos.

Las chiquillas siempre me echaban tallas cuando trabajaba en Chilesat, porque la Sandra, la Supervisora, era bien apretada con los permisos… no sé cómo lo hacía yo… o era demasiado convincente con la chiva que llevaba, el caso es que nunca me decían que no. Y siempre tenía el permiso solicitado o me acomodaban el turno según lo que yo pedía. (¡Eso es de suerte!) O me cambiaban las vacaciones según mi “conveniencia”.

Y así tengo hartos ejemplos más que se me han olvidado.

¡Ah! Y la más importante… Trabajé en la Universidad 4 años, me fui a ganar más plata a otra empresa. La otra empresa me finiquitó. Volví a la Universidad para ver si me tendían una mano y con gran sorpresa… Dios me tenía reservado el mismo puesto de hace 11 años… Se dio la vacante del cargo de Secretaria de Adquisiciones, con el mismo jefe y me recibieron con el mismo amor de hace once años…

¿Buena Suerte? o ¿Ayuda divina?