lunes, abril 10, 2006

Un Poema de Amor

Marzo 19 de 2003


Por cuanto mi amor aumenta
Mi olvido disminuye,
Por cuanto quererte puedo
Se acrecienta mi congoja.
Que por Dios no puedo
De mis pensamientos borrarte.
Y de mi no correspondido amor
Desangrar y morir quisiera.
Que de sus labios y sus besos
Nunca pudiera desprenderme
Y, de su pasión sintiera,
Encenderse más la mía
Que de su calor con el mío fuese
Un mar de tormentos seguirme irían,
Y la deshonra sobre mi cayera
Como marca, que jamás, borrar pudiera…

10 de diciembre de 1986
.......................................................................................

Cuando tenía 19 años mi primer pololo fue un hombre casado. Yo nunca había pololeado y jamás me habían besado.

Para mi era una preocupación. No era normal que una muchacha de esa edad nunca hubiese tenido un romance. Pensaba que nunca iba a ser besada. Pasaba encerrada en casa, esperando que los chiquillos terminaran de estudiar para que me tocara el turno a mi. A veces soñaba que me iban a besar, pero justo en ese momento… plof!! El sueño se esfumaba.

Como mi padre había fallecido ese mismo año, (1986) mi tía me llevó a su trabajo, para que aprendiera a escribir a máquina y así poder trabajar como digitadora en esa empresa. Me enviaron a trabajar ad-honorem a la sucursal de La Cisterna, que estaba cerca de mi casa.

Ahí trabajaba él… él me enseñó a digitar con todos los dedos.

Él tenía una citroneta y se ofreció a llevarme a casa, porque su casa, quedaba en la misma dirección que la mía. Así, todos los días me llevaba hasta mi casa.

Un día tuvo que quedarse un poco más de tiempo en el trabajo, por un informe que lo tenía pegado. Como nos íbamos juntos yo tenía que esperarlo, entonces, me dijo que le escribiera algo, y así mataba el tiempo practicando mi dactilografía. Yo escribí una canción:


Hey, te llamo para conversar
Y hablar un poco de lo nuestro
Yo no se si es mejor seguir
O poner un punto a todo esto.


Debo aclarar que él me miraba mucho y cuando escuchábamos canciones románticas, se ponía a cantar y me miraba mientras las entonaba. Había una canción que siempre que la escuchábamos la cantaba sin dejar de mirarme…

Yo estoy loco por tener algo contigo
Algo más que un amigo.
Yo quisiera darte un beso en esa boca
Y besar tu piel…
Y estoy seguro de que cuando tu conozcas
Mi manera de amar,
un gran amigo vas a perder
y un gran amor vas a ganar…


Yo digité la canción a propósito porque yo sabía de su “compromiso”. Cuando leyó lo que le escribí le llamó mucho la atención lo que decía porque se sintió tocado… Me preguntó qué quise decir con esa canción y yo la muy cínica le dije inocentemente que nada… pero no era así. Fue entonces cuando detuvo su citroneta frente a la puerta de mi casa y mis oídos vírgenes escucharon por primera vez una declaración de amor. Una declaración digna de una novela romántica.

Me decía que yo le gustaba, que le gustaban mis ojos, mi cara, mis manos, mi pelo, mi forma de ser. Que se había sentido identificado por la canción que le escribí porque yo le gustaba mucho.

Yo escuchaba, sintiendo unas palpitaciones extrañas que nunca había experimentado. Mis manos estaban frías y sudaban, no sabía qué hacer, me sentía arrepentida de haber desencadenado todos esos sentimientos, pero tampoco era culpa mía, tal vez tarde o temprano todo iba a desbordar. Pasó más de una hora y me tenía que entrar porque mi tía iba a llegar, justo en ese momento salió Iván a la calle y fue mi salvador. Me escabullí y entre a casa sintiéndome dichosa y feliz. ¿Cómo podía yo despertar tantos sentimientos en una persona? Me sentía nerviosa. Esa noche no pude dormir, mi cuerpo temblaba, no, temblaba no… saltaba, al recordar los hechos y no me podía controlar. ¿Cómo podía sentir tanto nerviosismo que me hacía saltar sola en mi propia cama?

Al día siguiente hice como si nada. Pero llegó el momento en que me iba con él nuevamente… Se detuvo en una calle desierta para conversar, me preguntó si me podía besar. Lo miré aterrada, no sabía cómo hacerlo… ¡No! – dije - pero ya era tarde él me tomó las mechas y acercó su boca, fue repugnante cómo sacó su lengua e intentaba meterla en mi boca… Quise irme, huir pero él me detuvo. Le dije que no quería que me besara.

Al día siguiente me preguntó porqué no quería que me besara, se dio cuenta que no sabía hacerlo y me explicó cómo tenía que hacerlo. Luego fui aprendiendo poco a poco.

Yo nunca esperé que dejara a su familia, ni quería que lo hiciera tampoco. Estuvimos juntos como cinco meses… pero cada día que pasaba se sentía más apasionado. Yo no quería que me tocara, porque para mi era sólo un pololeo y para mi mente no podía haber nada más. Quería llegar virgen al matrimonio y como con él, no me iba a casar, no le permitía nada más.

Ahí fue cuando escribí este poema. Y en parte expresé que si me entregaba a él quedaría marcada para el resto de mi vida. La virginidad era una virtud que había que conservar. (según yo, en ese entonces).

Fue el primer poema que escribí -si se puede llamar poema- las primeras líneas inspiradas en un ser real, de carne y hueso. No de las ensoñaciones de mi alma. Aún lo conservo en el mismo libro donde lo apunté… mi amigo más fiel… mi Diario de Vida.