lunes, abril 03, 2006

El Amigo Virtual

Marzo 04 de 2006

Después de mi primer viaje a Montevideo. Y luego de quedar encantada por la belleza, la limpieza, la Arquitectura y por la gente tan bien educada (que me saludaba por las mañanas cuando entraba al ascensor, aún sin conocerme). Me dediqué a investigar sobre aquel país. En el trabajo, cuando no había llamados que atender (era ejecutiva Atención Clientes), utilizaba mi tiempo en buscar en Internet. Leía el diario de Montevideo y me informaba sobre las cosas que allá pasaban.

Así fue como un día llegué a una página de comentarios, donde los emigrantes uruguayos contaban su historia, desde el país donde radicaban. Encontré el comentario de un señor, residente al Sur de Chile.

Estaba su casilla electrónica, así que le escribí. Al día siguiente al revisar mi casilla, me encontré con la respuesta de él… y fue así como se inició una linda amistad virtual. Sin conocernos, sin vernos, sin enviarnos fotos, se gestó entre nosotros una gran confianza. Nos escribimos ininterrumpidamente durante dos meses.

Poco a poco comencé a enviarle mis escritos. Los que le gustaban mucho. Fue inspirador de varios de ellos, porque contándole a él cómo era mi casa (la casa donde vivía en ese entonces) nació el escrito “La Casa”, también “Las Revistas”, “Un Poema de Amor” y otros más que iré insertando a medida que voy narrando mi historia.

Él comentaba lo que escribía, me incentivaba a continuar escribiendo, y en su calidad de Periodista, hasta me aconsejaba sobre la redacción y la puntuación.

A veces a medida que “dialogábamos” por mail, me hacía insinuaciones: “¿tengo edad como para que te enamores de mi?”

“¿Y ahora qué hago contigo?
Si te metes en mi piel,
me inundas los sentidos,
te adueñas de lo mío.

¿Y ahora qué hago contigo?
Quisiera darte plena entrega de mi canción.
Más no puedo… más yo quiero.

¿Y Ahora qué hago contigo?
Tu mirada me viste, no lo puedo evitar…
y sólo tengo, vacía presencia que quisiera completar…”

Yo pololeaba con Gonzalo, así que mucho caso no le hacía. Pasaba por alto sus insinuaciones y sus poemas. No le seguía el juego. Aunque, confieso, sentía una gran atracción por sus palabras. Sentía necesidad de sus correos.

Un día, no supe más de él. Y por más que le escribí y le escribí… nunca contestó. Sentí mucha tristeza con su ausencia. No sabía qué había pasado. Me gustaba su amistad… o ¿me gustaba él y no quería reconocerlo?

Fue un amigo importante y por eso, merece ser mencionado en esta historia. Es parte de mi corazón y lo que siente mi corazón, se plasma en las líneas de estos escritos…