martes, marzo 28, 2006

El Temblor

Enero 07 de 2003


Cuando era niña, mi padre tenía una hoja de diario muy antigua y amarilla, en la cual se indicaba las medidas a seguir en caso de temblor. Como éramos muy chicos, (6 o 7 años) él nos leía la hoja y nos decía que en caso de un temblor fuerte debíamos meternos debajo de una mesa o de la cama. O debajo del marco de la puerta, porque ese era el lugar más firme de la casa.

Siempre que nos decía esto a mi me daba miedo, en realidad los temblores me aterraban. El primero que viví fue cuando todavía vivíamos con mi mamá, fue como en el año 1970. Era de noche, yo tenía 4 años. Estábamos acostados cuando mi papi nos tomó en brazos y nos reunió a los tres en la cama, él estaba de pie, y nosotros estábamos parados sobre la cama, lo abrazamos hasta que el movimiento pasó.

Luego vino el de 1985. Un día domingo, ¡ese fue terremoto!, estábamos con Héctor en el living de la casa escuchando un disco de Hall and Oates, en esa época se usaban los Long Play. De pronto empezamos a sentir que el disco sonaba como disco rayado, la aguja saltaba de lado a lado, entonces fue que nos dimos cuenta que estaba temblando... Héctor tomó la aguja y la puso en pausa (eso significaba que la aguja quedaba suspendida en el aire), rápidamente corrimos bajo el marco de la puerta donde mi papi nos había enseñado.

En la cocina mi tía, mi papi y el Iván, también corrían a protegerse bajo el marco de la puerta. Mi tía siempre se asusta mucho y se pone a gritar desesperadamente. Juanito, nuestro perro, corría para todos lados, sin saber hacia donde dirigirse. Los vidrios de las ventanas del living bailaban al compás del movimiento, las lágrimas de las lámparas del living no cesaban de moverse y nosotros con Héctor estábamos agarrados, aferrados, al marco de la puerta y a la pared. Héctor estaba tras de mi y por el sólo hecho de sentir que estaba tras mío casi abrazándome me sentía protegida, era tanto el movimiento y el ruido, que sentía que mis piernas se volvían de lana y creía que en cualquier momento me iba a caer. El movimiento se tornó más suave y el ruido se fue apagando poco a poco, hasta que finalmente cesó.

Fue el minuto más largo de mi vida. Nerviosos y temblorosos apenas podíamos caminar, nos acercamos a ver si nuestro disco se había rayado y con asombro comprobamos que la aguja, de tanto moverse, había llegado al punto de partida, siempre en pausa. Si no la hubiésemos dejado en pausa, se habría rayado el disco y se habría quebrado la aguja.

Todos los muebles habían cambiado su posición, se habían desplazado en el sentido del movimiento telúrico, gracias a Dios nada se destruyó, hubo casas en las que el televisor cayó al piso quebrándose la pantalla irremediablemente. La luz se cortó, por lo que asumimos que había sido fuerte el sismo, cuando el movimiento sobrepasa cierta cantidad de grados se corta el suministro eléctrico automáticamente.

Todos salimos al patio a intercambiar opiniones, luego salimos a la calle. Había casas de adobe (el adobe se usaba antiguamente para construir casas, era una mezcla de barro y paja) que habían sufrido derrumbes. Otras casas de construcción más sólida tenían grietas en los muros.

Ya estaba oscureciendo y nadie quería irse a dormir. La electricidad volvió a la normalidad.

Nos fuimos a acostar finalmente, pero vino una réplica casi tan fuerte como el terremoto mismo, que todos saltamos de nuestras camas y decidimos pasar la noche en vela. Mi prima Mirtha que vivía en una pieza delante de nuestra casa con sus tres hijas, se fue a pasar la noche con nosotros y ella con mi tía Haydée durmieron en el living, las chiquillas durmieron con nosotros, en ese tiempo yo compartía dormitorio con Iván, creo que Iván se fue a dormir con mi papi y yo me acosté con la Massiel y en la otra cama estaban Marcela y Marcia.

Cada vez que venía una réplica nos asustábamos mucho, pasamos la noche entera con la luz encendida y fue la noche más larga. Cuando por fin amaneció comenzamos a poner orden en la casa, la puerta del horno había caído y es que estaba mala, la puerta se había vencido y la cerrábamos apretándola con un papel muy doblado. Los huevos que habían comprado en la feria y que habían sido colocados sobre el refrigerador estaban todos rotos en el piso y el Luchito Mario (nuestro gato) comía y comía sin hacer caso a los temblores. Cuando me fui a duchar una fuerte réplica me pilló en la ducha, sólo atiné a afirmarme en las llaves del agua caliente y el agua fría, hasta que el movimiento pasó. El terror me invadía cada vez que había un réplica.

Han pasado años desde aquel terremoto del 85. Ahora he madurado, he crecido, ya no les temo. Y hasta podría gritar como mi abuelito "¡¡¡Échale no más temblor, échale no más temblor!!!".

La fobia a los temblores ha sido superada…


1 Comments:

Blogger lou Opinó...

*aplauda*

29 marzo, 2006 16:52  

Publicar un comentario

<< Home