martes, abril 11, 2006

La Rambla


[La Rambla es una especie de costanera que recorre casi toda la costa Uruguaya. Tiene escaños en toda su longitud. Escaños situados con vista al mar. Entre cada escaño también hay palmeras. Es una larga hilera de palmeras. Hay una división entre la zona peatonal y la ciclovía. La carretera también bordea la costa en algunos sectores, lo que hace que la rambla esté siempre iluminada. Los vehículos corren a gran velocidad y el ruido es incesante].


Montevideo, Marzo 26 de 2003
Carta para mi Amigo Virtual


“Los amigos no se olvidan porque una se va de vacaciones. Y si puedo responder sus cartas, menos aún. Me he sentido muy acompañada con las cartas de mi gente, de mi Chile querido”.

“Estas vacaciones aquí en Montevideo serán inolvidables. Me siento feliz al lado de mi amado. Aunque él no tenga vacaciones y tenga que asistir a su trabajo por las mañanas. Así es que en cuanto lo despido con un beso en la mañana, me vuelvo a la cama y duermo otro rato. Despierto ansiosa de salir a mirar la calle. Nada ni nadie me obliga a nada. Me siento libre de hacer lo que quiera. Libre de la esclavitud del reloj, hasta estoy libre de hacer aseo porque la mucama lo hace por mi. Yo sólo tengo la preocupación de cocinarle a mi Gonzalo, cosa que hago con mucho placer”.

“Me voy a caminar y paseo mucho por la Rambla. Me gusta mirar el mar, aunque tenga el agua sucia. Creo que no me bañaría ahí. Esa agua chocolatada del Río de la Plata no me inspira confianza (la primera vez que vine a este país me impresionó mirar desde la ventana del avión, esas aguas color marrón. Desde la altura no podía definir si era el mar o era otra cosa).”

“En mis paseos, camino hasta encontrar un banquito que me agrade. Me siento. Abro mi libro y me pongo a leer a Benedetti. Si estoy acá, al menos tengo que conocer algún escritor Uruguayo, así es que leo “La Tregua” que me recomendó mi hermano Iván. Pero Benedetti es triste, habla de soledad y este país parece triste. La gente no se ríe ni chacotea como en Santiago. Hago a un lado el libro y observo a la gente. Algunos se asolean en la playa. Ya están bronceados como el cochayuyo. Los bañistas se cuentan con los dedos de las manos. Nunca hay más de cinco”.

“Está lleno de deportistas. De gente que pasea en bicicleta, o caminando o corriendo. El otro día un tipo me miró. Aquí los hombres no son tan descarados para mirar a las mujeres como allá en Chile. Hay mucha gente que pasea a sus mascotas. Debe haber un oficio dedicado a eso, porque a veces veo jóvenes con más de tres correas en cada mano, paseando a media docena de perros. Los animales deben estar acostumbrados al paseo, porque no se ponen a pelear entre ellos. Deben de saber que la Rambla es de todos, de Uruguayos y de mascotas”.

“He visto muy pocos gatos. Los Uruguayos son más de criar perros y no gatos. De repente me encuentro uno y lo llamo para acariciarlo. Extraño los ronroneos de los felinos.”

“Hay tantas cosas que contar de la playa que siento mucha necesidad de tener un Notebook. De llevarlo para todos lados y escribir sobre lo que siente mi corazón en este lugar. Cuando llego a la salita de Internet pierdo toda esa inspiración y no se me ocurre qué contar”.

“Por la tarde, vuelvo de nuevo a la Rambla, pero ahora no vuelvo sola… una mano aprieta mi mano y me guía con cariño. Descubro cosas que por la mañana no ví o es que, cuando estoy con él, mis ojos se llenan de magia y sólo veo amor por todos lados…

Ansiosa, anhelo la hora de estar a solas con mi amor, para poder abrazarlo y besarlo... esos serán los recuerdos que me llevaré… cuando regrese a mi País”.