miércoles, marzo 22, 2006

Mi Madre

Como ya he comentado. Mi madre nos dejó cuando éramos pequeños. Nos dejó al cuidado de mi papá. Nosotros (mis hermanos y yo), odiábamos a ese hombre que ella tenía. Ese hombre que le quitaba el lugar a mi papá.

No tengo recuerdos cariñosos de ella cuando era chica. Al contrario, recuerdo que al peinar mi cabello, me hacía daño, tironeándolo bruscamente. Recuerdo que no nos cocinaba, que pasábamos hambre, que no hacía el aseo (Héctor hacía las camas desde los 7 años, porque no le gustaba llegar a casa del colegio y ver que estaba todo sin hacer).

Como era su costumbre, una vez, fue a comprar y nos dejó encerrados en la cocina, con la tetera encendida (seguramente demoraría poco en llegar), el caso es que cuando el agua hirvió, Héctor y yo, sabiendo que había que apagar la cocina y sin saber cómo hacerlo, comenzamos a soplar la hornilla, soplamos y soplamos, hasta que con gran esfuerzo la apagamos… suerte que llegó mi papá y nos encontró encerrados con el gas de la cocina abierto y nos salvó la vida.

Nos fuimos de vacaciones con ella y sin mi papá, en su lugar iba él. Nosotros clamábamos, rogábamos estar con nuestro padre. Hasta que finalmente una tarde nos llevó donde el juez. La Mirtha, mi prima, acompañó a mi papi a recibirnos y ahí comenzó nuestra vida sin ella.

Cuando me portaba mal, mi papá me amenazaba diciéndome que me iba a devolver con mi mamá. A veces incluso me tomó de la mano e hizo como que me llevaba hacia fuera… recuerdo haberme afirmado a un sillón para que no me llevara. Para mi era tremendo, era algo que no quería hacer jamás… volver con ella.

Una vez me fue a visitar al colegio. La profesora me tomó de la mano y me sacó de la sala de clases. Al salir la ví. El miedo me invadió. La profesora me guió hasta ella y mi madre se agachó para abrazarme. Yo no quería, quería correr, arrancar, huir y alejarme de ella, pero estaba paralizada de miedo. Tendría siete años u ocho.

Para un año nuevo fuimos a saludar a mi abuelita Inés (madre de ella). Con mi abuelita nunca pedimos el contacto. Y claro, también porque mi abuelita vive casi al lado de nosotros. Mi mamá vive al lado también, pero colindando por el sitio que da con la otra calle. Las Esquinas se unen en José Ureta con Covadonga. Mi madre vive en Covadonga.

Saludamos a mi abuelita y no sé cómo, mi papá se percató que mi madre estaba ahí, escondida para que no la viéramos. Mi padre, muy caballero, fue hasta su escondite y la saludó. Le dio la mano. Nosotros escondidos como polluelos tras sus piernas no queríamos saludarla. Pero él nos obligó y tuvimos que darle el abrazo de Año Nuevo. No sé si él le guardaría rencor. Nunca hablaba de ella, pero escuchaba un disco 78, el que colocaba a todo volumen…

“…Porqué… Señor… ¿Porqué?
¿Porqué… ella… se fue?
Sin importarle que un niño en la noche
La llame, mamita
Con su carita enanita
Que implora caricias
El amor, materno, que ella, le niega

Recitado:
Dios mío… tu que eres tan bueno y que todo lo sabes
Y no lo digo por mi, sino, que por esa pobre criatura
Ese hijo de sus entrañas que siempre la está llamando
Con su débil vocecita, quebrantada por el llanto.
No creas que si vengo a ti, es para pedirte que la castigues,
Sino para que me des un poco de fuerza
Para poder gritarle todo el daño que nos hace
Gritaré con voces de mil gargantas su mal proceder
Y en el eco de la noche.
Retumbará mi voz para llamarle “Mala Madre”

Cantado:
Porque no mereces otro nombre
Sé que pagarás con tu existir
Entonces, ya derrotada, sin fuerzas, para seguir
Te hundirás con el peso de los años
Y un vacío muy grande en tu existir.

Nooooooo, la perdonaré señor… pero su hijo… siiiiiii
Para paran tan tan
……………………………………..

La historia de ella comienza cuando muy joven se enamora de Ricardo. Un joven al que mi abuelita Inés no le gustaba. Ellos se quieren casar. Mi abuela no quiere y para separarlos, se la lleva de Santiago, internándola en un colegio en la ciudad de Linares. Desesperado él, la busca, recorre todo Linares, pero no la encuentra.

Ya más crecida, ella vuelve a Santiago y juntándose con su vecina y amiga Haydée, conoce a Picho (mi papi) y se casa con él. Unos cuantos años más tarde, casualmente se encuentra con Ricardo. Y comienza de nuevo el idilio. Descubren que nunca han dejado de amarse.

Luego de varios encuentros (de los que fuimos testigos), deciden dejar todo, e irse juntos. Ella, deja un marido y tres hijos, él, deja una esposa y un hijo. Y se van lejos, donde nadie los encuentre.

………………………………………

Yo la odiaba. Muchas veces cuando adolescente lloraba en las noches porque me sentía incomprendida, en mi rebeldía peleaba con mi tía Haydée y lloraba sin poder entender porqué mi madre nos había dejado.

Como vivíamos prácticamente al lado. La veíamos constantemente.

Mi odio y mi desprecio eran tan grandes, que llegaban al punto en que, ni siquiera la miraba, cuando la veía acercarse por la calle, y muchas veces, hasta me cambié de vereda para no tener que pasar por su lado.

Nunca, jamás le hablaría.


Aquel año 2002, tan tempestuoso para mi (año del Caballo, mi signo del horóscopo chino). Cuando mi tía se enteró de mi relación con Luis. Cuando fui tildada de “puta”. Recién ahí entendí a mi madre. Tuve que ser tratada de la misma forma en que yo misma me refería a ella, para poder dimensionar lo que había sucedido. Recién ahí ví que todo lo que ella hizo, lo hizo por amor. Dejó todo… por amor.

Se descorrió para siempre el velo que cubría mis ojos y la garra que apretaba mi corazón, llenándolo de odio, fue soltando lentamente, hasta dejarlo liberado.

Sentí tantas cosas juntas, tantas cosas inexplicables. Quería saber de su boca lo que había pasado. Quería escucharla y enterarme de la otra cara de la moneda. Fue ahí, cuando decidí ir a hablar con ella. ¡Qué extraño! El sólo hecho de pensar en hablarle me liberaba y me daba paz.

El 29 de junio. De vuelta de una fiesta de cumpleaños de mi sobrino Alejandro (el Tato), pasé por su casa cuando iba camino a la mía. Sola, porque seguía con problemas con mi tía e Iván, al pasar por su puerta, un pensamiento me asaltó: “¿Y si paso a verla ahora?”. Deshice los pasos andados y toqué a su puerta “éste es el momento” me decía mi corazón.

- ¿Quién es? – Gritó una voz desde adentro. Era su voz
- Yo
- ¿Quién es yo? – Preguntó medio asustada
- Angélica
- ¿Quién? – Su voz tembló de la impresión
- Angélica – volví a repetir
- Ya voy…

Abrió la puerta. Me miró en la penumbra de la noche. Era invierno, hacía frío.

- ¿Puedo hablar con usted?
- Claro… pase

Entré. Me abrazó

- Perdóneme… perdóneme – Comenzó a llorar. Y sus lágrimas bañaban sus mejillas. Me abrazaba con tanta alegría, con tanto cariño contenido. No pude evitar llorar, por más que me hiciera la fuerte. Ella no paraba de pedirme que la perdonara.

Yo lloraba con ganas. Como si alguien hubiese estado conteniendo un caudal de lágrimas que querían liberarse y desbordarse violentamente por mis mejillas. Se juntaron todas mis tristezas… las de mi mamá… las de mi tía lejana… las de mi hermano… las de Luis… las de mi papá fallecido. Lloré por todos ellos juntos… Y mi corazón encontró el consuelo que tanto buscaba y que no podía encontrar.

Hablé con ella, le pregunté qué había pasado con mi papi, porqué las cosas habían sido así… “Mire, qué sacamos con hablar de eso ahora, si él ya no está y no puede defenderse”. Me pareció una buena respuesta.

Tomamos café y me fui a mi casa. De nuevo llorando, pero ahora, porque sentía la liberación de mi corazón acongojado. Sentí como toneladas de piedras iban cayendo a medida que avanzaba e iban alivianando mi carga. Jamás había vivido una sensación así… Sentía como la sangre que bombeaba mi corazón, lo iba inundando de una dulce sensación de bienestar. La paz y la tranquilidad se apoderaron de mi alma. Creí haber nacido de nuevo… lloraba… era mi cumpleaños… qué regalo más hermoso me hacía la vida. Un año atrás me había quitado a mi tío Hugo… y ahora… un año después… me devolvía a mi madre. Lloré…

No sé porqué hasta el día de hoy pienso que esta es una de las misiones de mi vida. Perdonar. Perdonarla a ella… lo que jamás pensé que haría. Es el acto de amor más grande que he hecho. Y junto con ese amor, murió todo el rencor que existía en mi alma. Ahora me siento llena de amor… disfruto de todos los momentos de mi vida y siento que soy feliz.

1 Comments:

Blogger Genín Opinó...

¿Como es que no hay comentarios?
Es increíble la cantidad de cosas en nuestro pasado que tenemos en común.
Bueno solo te pongo estas letras para que veas que he estado leyendo el archivo que me has mandado.
Historia mas terrible aún que la mia.
Besos y salud
Genín

10 septiembre, 2009 20:14  

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