martes, marzo 21, 2006

El Censo que cambió mi vida...




Carta para Luis. Jueves 25 de Abril de 2002
“¿Sabes? Cuando salí de turno aquella mañana del Censo, me pasó algo muy raro. Estaba tan tranquila, tan calmada que me extrañé. Iba a reunirme contigo y no me sentía nerviosa para nada. Al ir acercándome y verte esperándome no se me doblaron las piernas como pensé, ni se me enfriaron las manos como creí. Fue como si te conociera de toda la vida. Fue algo muy lindo. Me gustó mucho este primer encuentro. Fue como mágico. Sentí el calor de tu abrazo y el fuego de tus besos. A pesar del frío, me sentía abrigada contigo. Tus brazos me cobijaban y tu boca me besaba una y otra vez. Fue tan rico sentir tus abrazos… apretados… que cerraba los ojos para disfrutar de ese momento… ahí, en plena Alameda, en esa Avenida que estaba desierta… todos esperaban en sus casas para ser censados. Me apartaste un poco sólo para decirme: ¡Eres más linda que tu prima! Y me volviste a besar con un beso apasionado. Me abrazaste tan fuerte que me levantaste y me mantuviste así en el aire por unos segundos. Éramos los únicos locos que estaban ahí a las ocho de la mañana.


Cuando llegué a casa, me retaron por no haber avisado. Estaban preocupados. Me llamaron al trabajo, mi tía le avisó a toda la familia de mi “desaparición” y luego, cuando llegué, en vez de ponerse contenta porque llegaba sana y salva… me trató de “sinvergüenza”. Pero nada de lo que dijera iba a borrar o empañar la felicidad que sentía mi espíritu. No podría borrar la sonrisa de mi rostro.

Cuando tomé el metro rumbo a casa, conecté mi personal stereo y escuché las canciones de la Javiera Parra, esas canciones antiguas como “Procuro Olvidarte” o “La Maldita Primavera”. El tren iba casi vacío. Me senté y mirando por la ventana iba evocando todos los bellos momentos que vivimos. No podía evitar sonreír al pensar en lo tierno y preocupado que eres. Cada cierto tiempo me llevaba la rosa a la nariz, para tratar de recordar a través de ella tu perfume… aunque llevaba mi piel impregnada de ti y eso, ya me hacía feliz. Nada de lo que dijeran en casa iba a borrar de mi memoria la dicha vivida aquel Censo 2002.

Entré a mi dormitorio. Me saqué la ropa (estaba en turno de noche y debía dormir para la noche que se acercaba) y me puse mi camisa de dormir. No pensé en ducharme para no quitar tu aroma de mi cuerpo y recordarte cada vez que me daba vuelta entre las sábanas.

No pude dormir, tu recuerdo me lo impidió, tal como tú, no pudiste dormir la noche anterior. Ahora yo no lograba conciliar el sueño y entre vueltas para allá y vueltas para acá, lo único que traía a mi mente eras tú… Luis… mi amor… y el recuerdo de esos besos que ya estoy extrañando…”