jueves, abril 27, 2006

La Elección

A veces las circunstancias de la vida te obligan a tomar decisiones.
Muchas veces son decisiones que uno jamás,
ha pensado que algún día tomará.


Yo vivía feliz en casa de mi tía. Cuando pensaba en mi futuro, me veía en la casa, cuidando mis plantas, leyendo libros, viendo películas del cable, escuchando música y entregándole todo mi amor a mis animales. Ese mundo llenaba todas mis expectativas. Una vida tranquila y apacible, donde podría hacer las cosas que me gusta hacer.

Pero ese sueño se destruyó el día que mi tía Haydée me echó de la casa. Primero por haber tenido ese “affaire” con Luis y luego por haberme acercado a mi madre y a mi hermana.

Me estaba enfermando de los nervios con aquella situación. Mi mamá me ofreció su casa. Pero yo no quería vivir con ella. Ella, no quería que arrendara, quería que comprara.

Comencé a tirar líneas en mi cuaderno de cuentas y me hice el firme propósito de comprar.

Así… llegué a Quilicura con mi gran amiga Romy, un hermoso primero de octubre. Hacía un sol esplendoroso. La calle donde nos bajamos del metrobus (O’Higgins) era preciosa. En realidad es una avenida con un gran bandejón central, lleno de pasto y árboles. Fuimos a conocer las casas piloto. Me encantaron las casas. Me fascinó el gran parque a cuyo alrededor se construían las casas y que daba el nombre a la villa “Parque Central”. Me gustó el acceso privado (como condominio), el entorno, rodeado de cerros y de casas hermosas, la construcción de las casas, la distribución de los espacios, los grandes ventanales que llenan la casa de luz, la cocina espaciosa, las terminaciones y todo en general.

Cuando la Romy me dijo que fuera a pedirle un cheque a mi hermana para reservar la casa, me dio miedo. Ahí dimensioné la magnitud de lo que estaba haciendo. ¡Comprar una casa! Iba a contraer una deuda de años. Era algo inmenso, algo que debía costear yo sola con mi trabajo y mi esfuerzo.

Mi amiga, ya propietaria y con más experiencia me envalentonó y comencé los trámites del Crédito Hipotecario. Un crédito a 30 años, para pagar una casa de 1.300 Unidades de Fomento.

Yo quería una casa hermosa, no una casa básica. Quería que tuviera tres dormitorios (porque soñaba que con Gonzalo tendríamos dos hijos y si teníamos uno solo, quería tener una habitación para alojados). Quería tener un lugar para mi computador y mi conexión a Internet, una cocina grande, donde poder preparar todas las cosas que sé hacer. Por todo eso, quería una casa de más de 1.200 UF.

Sin tener un veinte ahorrado, me embarqué en varios préstamos (de los cuales mi mamá me ayudó a pagar uno) para pagar el pie que me exigían.

Cuando tenía todo listo, de sopetón le dije a mi tía que me iba de la casa. Ella no lo podía creer. Fue cosa de días. Me avisaron de la Inmobiliaria que tenía que ir a recibir las llaves de mi casa. Me acompañaron mis fieles amigas: Paola, Jenny y Romy.

Arrendé un camión y un 8 de diciembre del año 2003, me las enfilé hacia mi nuevo domicilio. Me acompañó en el traslado mi madre y mi fiel amiga Paola. Iván me ayudó a cargar las cosas al camión (que dicho sea de paso, lo llené. Nunca imaginé que tendría tantas cosas que llevarme. Cosas que había ido atesorando a través de mis años de trabajo). Me sentía ansiosa y emocionada. Mi tía ni me miraba. Cuando terminamos de cargar el camión me fui a despedir de ella. No me dio la cara. Así que me fui con la garganta apretada y con la vista nublada por las lágrimas. Salí de aquella casa casi llorando, con mi amiga Pao. Y ahí… comenzó mi aventura.

Llegué a Quilicura en la cabina del camión (tenía que guiar al chofer pues era la única que sabía el camino) y me instalé en mi casa. ¡Mi casa! El lugar donde yo era la dueña, donde nadie me podría echar.

Cuando llegué a casa mi maestro de cabecera me estaba haciendo las protecciones y la reja. Él me ayudó a descargar el camión. Me armó el closet, el sofá cama, instaló la cocina y me ayudó en varias cosas domésticas.

La Pao me acompañó en mi primera noche en casa. Dormimos en los colchones del sofá cama, que pusimos en el suelo alfombrado de uno de los dormitorios del segundo piso.

Nunca imaginé que algún día viviría sola. Nunca pensé, que tendría una casa, que elegiría las cosas a mi gusto y que las haría a mi manera, que yo sería quien decidiera cómo y cuando se harían las cosas.

Mi casa es mi orgullo. Es un gran logro que he cumplido (aunque aún me falten 28 años para terminar de pagarla). Es el esfuerzo más grande de mi vida y es mi razón de existir. En ella vivo contenta. En ella me siento realizada. Ella me protege y me cobija, ella… es como mi hija, a la que debo cuidar, hermosear y proteger, y es ¡mía! Mía sola.

miércoles, abril 26, 2006

Mi Buena Obra del día

17 de Septiembre de 2003
La Tatiana es una niña (compañera de trabajo) que tiene un corazón de oro.

Para las vísperas de las fiestas patrias, normalmente celebrábamos en el patio del trabajo. Se hacía un asado con hartas ensaladas. Tomábamos un vasito de chicha, comíamos empanadas y nos daban bebidas individuales. También había de postre mote con huesillos y torta de mil hojas.

Este año, quedó una gran cantidad de pan, no sé si porque compraron mucho o porque sobró. El caso es que también quedó ensalada de tomate con cebolla. Entonces la Tatiana dijo que para no botar esa comida le lleváramos pan a la gente que anda botada en la calle.

Me dijo que la acompañara y fui con ella. Nos dirigimos al cuarto piso, donde estaba la sala de descanso y la gran mesa donde compartíamos los desayunos, almuerzos y onces. Preparamos unos sandwich de tomate con cebolla. La Tati llenó una bolsa con pan y salimos a repartirla por la calle.

Eran más de las nueve de la noche. Yo nunca me había fijado en detalle en esa gente que duerme y vive en la calle. Había una abuelita que estaba acostada en un rinconcito y le preguntamos si quería pan…dijo altiro que si. A todos los que les preguntábamos si querían pan decían que si.

Me sentí bien dando de comer a gente que necesita. Hay tanta gente así que duerme en las calles y uno es indiferente, me considero entre esa masa indiferente, ¿cuántas veces he pasado por ahí y habré visto un viejito en la calle y no me he preocupado si tiene algo para comer? También había un hombrecito que siempre se pone a recoger cartones. Anda con un triciclo y acarrea los cartones y rastrojea en los basureros. Tiene un perrito. Es un Labrador café clarito. Le hice cariño al perrito mientras habábamos con ese buen hombre y parece que le gusté (al perrito) porque cuando agarró la confianza se me quería subir encima. Me dio gusto sentir que también el perrito lindo, iba a comer pancito con aquel hombre que se sentía orgulloso de su fiel amigo.

Creo que esa fue la mejor obra de caridad que he hecho en mi vida. Recorrer la calle para dar de comer a gente desvalida. Me siento grande. Me siento orgullosa y feliz.

miércoles, abril 19, 2006

Un Cumpleaños Feliz


29 de Junio de 2003
Hoy fuimos a festejar un cumpleaños a la Mía Pappa. Fui con mis amigas Romy y Paola.

La Mía Pappa es un Restaurant donde se puede comer a destajo (tenedor libre). Está ubicado en 11 de Septiembre a la salida del metro Manuel Montt. Llegamos tempranito porque supimos que el horario de atención era de 12:30 a 16:00, así que llegamos allá a las 12:35.

Las chiquillas a instancias mías no habían tomado desayuno, pero yo si tomé, jejeje no pude evitarlo.

Nos explicaron cómo era el sistema y nos llevaron para empezar, un traguito. La Romy y yo tomamos, la Pao no bebe nada que tenga alcohol. Ella tomó jugo. Nosotras empezamos con una Vaina, que me encantan, bueno, todos los tragos me gustan. Eso estaba acompañado con unas empanaditas de queso y unos trocitos de pizza. (podíamos repetirnos pero no lo hicimos para no llenar nuestros estómagos antes de tiempo).

Luego que nos servimos el aperitivo. Nos paramos y fuimos al tonel donde están los vinos. (es como un autoservicio), tomamos un jarro y echamos un rico vino tinto. Luego fuimos a los jugos y sacamos jugo de melón. Nos fuimos a nuestros puestos y dejamos eso y partimos a servirnos las ensaladas, ah, entre que hacíamos todo eso métale sacando fotos, nos sacamos 17 fotos sólo ahí (en el recinto me refiero). Luego fuimos a un lugar donde hay una parrilla inmensa y hay un tipo que prepara las carnes, nos preguntó qué queríamos comer. Yo pedí pollo, carne de vacuno y chuleta de cerdo (para la repetición pedí carne de vacuno y longaniza - que también me encantan). Comimos tranquilamente porque no había apuro y teníamos harto tiempo.

De pronto la Romy dijo hagamos un alto. ¿Y qué tal si le entregamos los regalos?, le dijo a la Pao. - Yaaaaaa!!!!! dije yo. Y entre foto y foto me entregaron los regalitos.

Mientras yo habría los regalos comencé a escuchar la melodía del “feliz cumpleaños” y miré a las chiquillas con emoción y alegría. Habían preparado todo especialmente para que justo en ese momento se celebrara un cumpleaños unas mesas más allá. Entonces, las chiquillas se sumaron al coro de voces que entonaban la canción y yo aún con los regalitos en la mano las miraba contenta.

La Romy me regaló unos aritos de oro, eran dos estrellitas pegaditas que me coloqué de inmediato en mis orejitas. La Pao me regaló una crema (es que le bolseaba la de ella) y un disco de un cantante Español llamado Alex Ubago (desconocido aún en Chile, pero conocido por mí, por una canción que me envió Gonzalo por Internet "Sin Miedo a Nada").

Luego que charlamos y nos bajó un tanto la guata. Pedimos las pastas... las tres comimos lazzaña (para empezar, jejeje), luego la Pao (que es re flaca y mañosa pa comer) pasó... y nosotras con la Romy (que somos más buenas pal diente y por consiguiente más gorditas) pedimos: ella fetuchini y yo Ñoquis... Los ñoquis fueron porque Gonzalo se acuerda de mi cumpleaños porque allá en Uruguay, es el día de los ñoquis, así que en su honor, pedí ñoquis para celebrar. Entretanto nos paramos como tres veces a buscar más jugos y más vino. El jugo de melón se había terminado, así que continuamos con el jugo de piña. Ahí se me ocurrió hacerme un pequeño ponchecito así que alié el vino y el jugo y quedó más rico que no se qué.

Al cabo de otra gran charla, pedimos el postre. La Pao helado de vainilla y chocolate, la Romy Leche asada y yo torta de chocolate (tenía que celebrar con alguna tortita) - para empezar nuevamente - al rato pedimos otro postrecito... Yo pedí torta de mil hojas y la Pao se entusiasmó y pidió lo mismo, esta vez la Romy pasó. Jajaja las acompañé en todo, no pasé ni una, ¡ni siquiera el desayuno! Bueno, era la festejada también.

Íbamos a seguir consumiendo, cuando pensamos que ya nuestros estómagos estaban bastante satisfechos, así que todas pasamos la “agüita perra” pa bajar la panza. Pedimos la cuenta, pagamos y nos fuimos.

Íbamos a caminar unas cuadritas para bajar la "llena", pero no pudimos, porque estábamos que caíamos tumbadas en una cama a dormir la siesta. Yo ni siquiera quería llegar a casa (aún había problemas con mi tía e Iván). Pero cuando llegué, me alegré porque me conecté con mi amado y ahí estuvimos largo rato charlando por el msn.

Y así pasó un cumpleaños más para la vida tranquila y apacible de Angélica.
Foto: Paola y yo

lunes, abril 17, 2006

Saludo a Papá

19 de Junio de 2003
Hoy llamé a Gonzalo y me contestó su padre. Hablé con él. Él me agradeció el saludo que le envié el domingo. El domingo fue el día del padre y yo le envié un saludo a través de Gonzalo.

Ya no tengo a quien saludar en un día del padre. El domingo me acordé, de los 17 años que lleva fallecido mi papi. Me acordé, de cuando llegaba todas las tardes del trabajo con su gran bolso café colgado al hombro, (bolso que llevaba al trabajo, lleno de comida) y lo veía entrar a la casa, pasando por la terraza.

Yo tenía 19 años cuando nos dejó. Nunca hablé con él de hija a padre. Nunca tuve confianza con él ni para contarle cuando algún niño me gustaba en el colegio. Pero aunque no teníamos un diálogo íntimo, siempre me hizo notar el gran cariño que me tenía. Siempre me abrazaba y me besaba y sé, que se sentía orgulloso de mí.

Su ausencia fue una de las primeras huellas de dolor que fue tallándose en mi corazón… no podía hacerme a la idea de que nunca más lo vería. Con los años fui comprendiendo que estaba enfermo, que no tenía amor (amor de pareja), y que debe haber sufrido mucho con la separación. Quizás por eso buscaba olvidar a través del alcohol todos los fines de semana. Se embriagaba hasta caer tumbado en su cama para despertar y seguir tomando. Buscando saciar su sed de soledad.

Cuando se fue, comencé a mirar a mi tío Hugo (su hermano mayor) como un padre. Lo quería mucho a mi tío y yo era su sobrina regalona. Cuando llegaba a casa de él siempre me atendía, me preparaba ponchecitos para que tomara y se desvivía por hacernos sentir bien. Me decía “Angeliquita” con tanto cariño.

Cuando se pasaba de copas como mi padre, me decía lo mucho que me quería y a mi me daba gusto escucharlo porque mi amor por él era tan grande también. Era mi tío preferido, lo admiraba por muchas cosas.

Cuando lo ví tendido en su cama por última vez, me deshice en llanto. Le tomé sus frías manos, apretándolas, acariciándolas, frotándolas y tratando de alguna forma de darle vida con mi calor y le besaba su frente una y otra vez, buscando con ello revivirlo, para hacerle sentir el gran cariño que le tenía.

Se fue el mismo día que yo cumplía años y ahora, en un día del padre también lo recuerdo a él.

Cuando el padre de Gonzalo me agradeció el saludo, me dieron ganas de preguntarle si podía adoptarlo como padre. Me dieron ganas de saber si yo le gustaría como hija, como pareja o esposa de Gonzalo y me dio penita. Me bajó un llanto que no puedo controlar, porque a través de él me acordé de mi tío y de mi papi y de lo mucho que los he necesitado y extrañado.

Pensé en lo felices que son las personas que todavía tienen a su padre para saludar en este día. Y pensar también, que hay tantos otros que ni siquiera los valoran, y que tarde, se dan cuenta y se arrepienten… cuando ya, no hay nada más que hacer...

jueves, abril 13, 2006

Visita a casa de la Jenny


28 de Mayo de 2003
Hoy fui a almorzar a la casa de la Jenny.

¡Uy! Me encantó el Rocky, y le caí bien… dijo la Jenny que cuando abrió la puerta para que yo entrara, él se puso a lloriquear y que cuando miró que era yo, alzó una oreja (eso es signo de que alguien le simpatiza. Lo extraño era que ese movimiento de alza de oreja, dice la Jenny que lo hace cuando la persona ya ha entrado a la casa y él la ha observado de cerca) así que le gusté. Hasta aceptó sacarse una foto conmigo.

La Mami de la Jenny tiene una “plantación” de cactus de diversas variedades. Había algunos que jamás había visto y… al igual que al Rocky, le caí bien, así que me regaló dos maceteritos con distintos cactus. Llegué a casa y se los mostré a mi tía que también le gustaron.

Le pregunté a la Jenny qué le llevaba para el almuerzo (ella estaba con día libre) y me dijo que nada, que no me preocupara, pero yo sé que cuando uno va a una casa por primera vez, no puede llegar con las manos vacías, así que fui a la despensa a ver qué había para llevar. Encontré una botella de vino tinto, (de esas que compra el Ivancito y destapa para las grandes ocasiones), habían dos así que dije: si falta una, no se notará… y me la llevé.

La Jenny estaba feliz, le dije que era “gentileza” de mi hermanito y le fascinó el vino (casi se tomó más de media botella sola –que conste que yo me tomé media copita solamente porque estaba en turno partido y tenía que volver al trabajo- así que la Jenny fue la que más la disfrutó).

Le conté de cómo había conversado con Iván en la mañana y le había contado que iba a almorzar a casa de una amiga. Él me había preguntado:

- ¿Y no llevai ni una bebidita?”
- Si, llevo una botellita
- ¿de qué? – volvió a preguntar
- ¡Glup! ¡de pisco! - jejeje.

No le iba a contar que él mismo iba a HOMENAJEAR a mi amiga.
Foto: Jenny y Rocky

miércoles, abril 12, 2006

El Perrito "Che"

Montevideo, Marzo 27 de 2003

“Ayer estuve en un banquito junto a una zona de césped. Me gustó estar ahí porque había menos ruido de autos pasando. Había olor a pasto recién cortado que se mezclaba con el aroma de la playa. ¡Qué agradable percibir esos aromas!

Estaba sentada en un escaño, bajo la sombra que proyectaba el tronco de una palmera y se aproximó un perrito “Che”. Era flaco y café. Me miró y luego olfateó mi pie. Se acercó más y puso una de sus manos en mi asiento, así como queriendo saludarme… o darme la bienvenida a su país. Yo le tomé la pata y lo saludé también… pero el fresco, luego quería ponerme la pata encima, en mis piernas. Entonces le dije que era un patudo y que se fuera. Se corrió un poco y se echó enrollado como un ovillo a dormir a mi lado. Parecía que yo era su dueña.

Al rato me levanté sigilosamente y me fui. No sea cosa que me siga hasta el Apart Hotel… y ahí no admiten animales por mucho que me gusten…”

martes, abril 11, 2006

La Rambla


[La Rambla es una especie de costanera que recorre casi toda la costa Uruguaya. Tiene escaños en toda su longitud. Escaños situados con vista al mar. Entre cada escaño también hay palmeras. Es una larga hilera de palmeras. Hay una división entre la zona peatonal y la ciclovía. La carretera también bordea la costa en algunos sectores, lo que hace que la rambla esté siempre iluminada. Los vehículos corren a gran velocidad y el ruido es incesante].


Montevideo, Marzo 26 de 2003
Carta para mi Amigo Virtual


“Los amigos no se olvidan porque una se va de vacaciones. Y si puedo responder sus cartas, menos aún. Me he sentido muy acompañada con las cartas de mi gente, de mi Chile querido”.

“Estas vacaciones aquí en Montevideo serán inolvidables. Me siento feliz al lado de mi amado. Aunque él no tenga vacaciones y tenga que asistir a su trabajo por las mañanas. Así es que en cuanto lo despido con un beso en la mañana, me vuelvo a la cama y duermo otro rato. Despierto ansiosa de salir a mirar la calle. Nada ni nadie me obliga a nada. Me siento libre de hacer lo que quiera. Libre de la esclavitud del reloj, hasta estoy libre de hacer aseo porque la mucama lo hace por mi. Yo sólo tengo la preocupación de cocinarle a mi Gonzalo, cosa que hago con mucho placer”.

“Me voy a caminar y paseo mucho por la Rambla. Me gusta mirar el mar, aunque tenga el agua sucia. Creo que no me bañaría ahí. Esa agua chocolatada del Río de la Plata no me inspira confianza (la primera vez que vine a este país me impresionó mirar desde la ventana del avión, esas aguas color marrón. Desde la altura no podía definir si era el mar o era otra cosa).”

“En mis paseos, camino hasta encontrar un banquito que me agrade. Me siento. Abro mi libro y me pongo a leer a Benedetti. Si estoy acá, al menos tengo que conocer algún escritor Uruguayo, así es que leo “La Tregua” que me recomendó mi hermano Iván. Pero Benedetti es triste, habla de soledad y este país parece triste. La gente no se ríe ni chacotea como en Santiago. Hago a un lado el libro y observo a la gente. Algunos se asolean en la playa. Ya están bronceados como el cochayuyo. Los bañistas se cuentan con los dedos de las manos. Nunca hay más de cinco”.

“Está lleno de deportistas. De gente que pasea en bicicleta, o caminando o corriendo. El otro día un tipo me miró. Aquí los hombres no son tan descarados para mirar a las mujeres como allá en Chile. Hay mucha gente que pasea a sus mascotas. Debe haber un oficio dedicado a eso, porque a veces veo jóvenes con más de tres correas en cada mano, paseando a media docena de perros. Los animales deben estar acostumbrados al paseo, porque no se ponen a pelear entre ellos. Deben de saber que la Rambla es de todos, de Uruguayos y de mascotas”.

“He visto muy pocos gatos. Los Uruguayos son más de criar perros y no gatos. De repente me encuentro uno y lo llamo para acariciarlo. Extraño los ronroneos de los felinos.”

“Hay tantas cosas que contar de la playa que siento mucha necesidad de tener un Notebook. De llevarlo para todos lados y escribir sobre lo que siente mi corazón en este lugar. Cuando llego a la salita de Internet pierdo toda esa inspiración y no se me ocurre qué contar”.

“Por la tarde, vuelvo de nuevo a la Rambla, pero ahora no vuelvo sola… una mano aprieta mi mano y me guía con cariño. Descubro cosas que por la mañana no ví o es que, cuando estoy con él, mis ojos se llenan de magia y sólo veo amor por todos lados…

Ansiosa, anhelo la hora de estar a solas con mi amor, para poder abrazarlo y besarlo... esos serán los recuerdos que me llevaré… cuando regrese a mi País”.

lunes, abril 10, 2006

Un Poema de Amor

Marzo 19 de 2003


Por cuanto mi amor aumenta
Mi olvido disminuye,
Por cuanto quererte puedo
Se acrecienta mi congoja.
Que por Dios no puedo
De mis pensamientos borrarte.
Y de mi no correspondido amor
Desangrar y morir quisiera.
Que de sus labios y sus besos
Nunca pudiera desprenderme
Y, de su pasión sintiera,
Encenderse más la mía
Que de su calor con el mío fuese
Un mar de tormentos seguirme irían,
Y la deshonra sobre mi cayera
Como marca, que jamás, borrar pudiera…

10 de diciembre de 1986
.......................................................................................

Cuando tenía 19 años mi primer pololo fue un hombre casado. Yo nunca había pololeado y jamás me habían besado.

Para mi era una preocupación. No era normal que una muchacha de esa edad nunca hubiese tenido un romance. Pensaba que nunca iba a ser besada. Pasaba encerrada en casa, esperando que los chiquillos terminaran de estudiar para que me tocara el turno a mi. A veces soñaba que me iban a besar, pero justo en ese momento… plof!! El sueño se esfumaba.

Como mi padre había fallecido ese mismo año, (1986) mi tía me llevó a su trabajo, para que aprendiera a escribir a máquina y así poder trabajar como digitadora en esa empresa. Me enviaron a trabajar ad-honorem a la sucursal de La Cisterna, que estaba cerca de mi casa.

Ahí trabajaba él… él me enseñó a digitar con todos los dedos.

Él tenía una citroneta y se ofreció a llevarme a casa, porque su casa, quedaba en la misma dirección que la mía. Así, todos los días me llevaba hasta mi casa.

Un día tuvo que quedarse un poco más de tiempo en el trabajo, por un informe que lo tenía pegado. Como nos íbamos juntos yo tenía que esperarlo, entonces, me dijo que le escribiera algo, y así mataba el tiempo practicando mi dactilografía. Yo escribí una canción:


Hey, te llamo para conversar
Y hablar un poco de lo nuestro
Yo no se si es mejor seguir
O poner un punto a todo esto.


Debo aclarar que él me miraba mucho y cuando escuchábamos canciones románticas, se ponía a cantar y me miraba mientras las entonaba. Había una canción que siempre que la escuchábamos la cantaba sin dejar de mirarme…

Yo estoy loco por tener algo contigo
Algo más que un amigo.
Yo quisiera darte un beso en esa boca
Y besar tu piel…
Y estoy seguro de que cuando tu conozcas
Mi manera de amar,
un gran amigo vas a perder
y un gran amor vas a ganar…


Yo digité la canción a propósito porque yo sabía de su “compromiso”. Cuando leyó lo que le escribí le llamó mucho la atención lo que decía porque se sintió tocado… Me preguntó qué quise decir con esa canción y yo la muy cínica le dije inocentemente que nada… pero no era así. Fue entonces cuando detuvo su citroneta frente a la puerta de mi casa y mis oídos vírgenes escucharon por primera vez una declaración de amor. Una declaración digna de una novela romántica.

Me decía que yo le gustaba, que le gustaban mis ojos, mi cara, mis manos, mi pelo, mi forma de ser. Que se había sentido identificado por la canción que le escribí porque yo le gustaba mucho.

Yo escuchaba, sintiendo unas palpitaciones extrañas que nunca había experimentado. Mis manos estaban frías y sudaban, no sabía qué hacer, me sentía arrepentida de haber desencadenado todos esos sentimientos, pero tampoco era culpa mía, tal vez tarde o temprano todo iba a desbordar. Pasó más de una hora y me tenía que entrar porque mi tía iba a llegar, justo en ese momento salió Iván a la calle y fue mi salvador. Me escabullí y entre a casa sintiéndome dichosa y feliz. ¿Cómo podía yo despertar tantos sentimientos en una persona? Me sentía nerviosa. Esa noche no pude dormir, mi cuerpo temblaba, no, temblaba no… saltaba, al recordar los hechos y no me podía controlar. ¿Cómo podía sentir tanto nerviosismo que me hacía saltar sola en mi propia cama?

Al día siguiente hice como si nada. Pero llegó el momento en que me iba con él nuevamente… Se detuvo en una calle desierta para conversar, me preguntó si me podía besar. Lo miré aterrada, no sabía cómo hacerlo… ¡No! – dije - pero ya era tarde él me tomó las mechas y acercó su boca, fue repugnante cómo sacó su lengua e intentaba meterla en mi boca… Quise irme, huir pero él me detuvo. Le dije que no quería que me besara.

Al día siguiente me preguntó porqué no quería que me besara, se dio cuenta que no sabía hacerlo y me explicó cómo tenía que hacerlo. Luego fui aprendiendo poco a poco.

Yo nunca esperé que dejara a su familia, ni quería que lo hiciera tampoco. Estuvimos juntos como cinco meses… pero cada día que pasaba se sentía más apasionado. Yo no quería que me tocara, porque para mi era sólo un pololeo y para mi mente no podía haber nada más. Quería llegar virgen al matrimonio y como con él, no me iba a casar, no le permitía nada más.

Ahí fue cuando escribí este poema. Y en parte expresé que si me entregaba a él quedaría marcada para el resto de mi vida. La virginidad era una virtud que había que conservar. (según yo, en ese entonces).

Fue el primer poema que escribí -si se puede llamar poema- las primeras líneas inspiradas en un ser real, de carne y hueso. No de las ensoñaciones de mi alma. Aún lo conservo en el mismo libro donde lo apunté… mi amigo más fiel… mi Diario de Vida.

jueves, abril 06, 2006

Las Revistas

Miércoles 12 de Marzo 2003
A mi papá le gustaba mucho leer. Tenía una gran colección de libros. Siempre fue un buen lector.

Pese a que sólo llegó a sexto básico era muy culto. Sabía de muchas cosas y es que además tenía un hobbie, a parte de leer libros, llenar crucigramas y puzzles, coleccionaba estas dos revistas y no se demoraba nada en llenarlas. Sabía tanto de personajes de la historia, como de geografía, hasta sabía los nombres de los Ríos que hay por todo el mundo. Cuando nos veía llenando puzzles y nosotros no sabíamos la respuesta, nos pegaba una cachetada en la cabeza y nos decía “tooooorpe” y nos daba la solución.

Una vez pasó un apuro económico y vendió gran parte de sus libros (debe haber sido una situación extrema como para deshacerse de su tesoro), pero no los vendió todos, se dejó para sí las mejores obras, entre las que contaban Víctor Hugo, Tolstoi y Dostoievsky. También compró, años después, una colección de 100 obras de Salvat. Yo cuando tenía 18 años empecé a leerlas pero nunca las terminé, llegué hasta el cuarenta y tantos.

De él sacamos el hábito por la lectura. Él inconscientemente, nos inculcó sin palabras ese hábito, al comprarnos revista que había en los quioscos, por eso Héctor e Iván son fanáticos de los Comics y tienen un arsenal tremendo de esas revistas, Superman, Batman, Super héroes Marvel, etc. Yo también soy coleccionista pero de otro tipo de revistas, lo mío son las revistas de Tarjetería Española (que aprendí a hacer), de decoración de tortas y de cocina. También compraba la revista Ideas y la Práctica, pero desde que estoy en vacas flacas dejé de comprarlas.

Cuando era chica, mis hermanos se pasaban el día leyendo, en cambio yo, tenía que ayudar a hacer las cosas de la casa (porque mi tía con su mentalidad machista decía que la mujer tenía que hacer todo y a los chiquillos no los dejaba hacer nada). Una vez me pilló leyendo una revista de ellos y cuando me vio que estaba en eso, me quitó la revista de las manos y la rompió en mil pedazos. Yo me fui a hacer lo que me ordenó, pero me fui muy triste porque sabía que los chiquillos no me prestarían más revistas. De hecho Héctor se enojó mucho y sacó la revista de la basura para pegarla con scotch, pero ella lo amenazó diciéndole que si la pegaba y la sacaba de la basura lo iba a coscachear. Desde ese día yo sólo podía leer revistas cuando mi tía estaba trabajando.

Héctor e Iván son muy cultos, saben muchas cosas, a mi me gusta escucharlos conversar porque hablan de todo. Pero lo que más me gusta es cuando comentan libros, yo también a veces meto la cuchara y puedo opinar. Aunque yo no me considero culta para nada, porque hay muchas cosas de las que no sé. De hecho, cuando estaba en la escuela era tan floja que ni los trabajos de investigación hacía, entonces hay muchos vacíos en mí. Pero tampoco es culpa mía porque los profesores que enseñaban Historia no lo hacían de forma didáctica y entretenida.

Siempre comento la misma historia. En el liceo todos los años para el 21 de Mayo había un día completo, de actividades extra programáticas, ese día se dedicaba a aprender La Guerra del Pacífico (jamás pude grabar en mi memoria que existieron 5 campañas, tampoco las entendía, por eso seguramente no las aprendí) cuando años más tarde, leí el “Adiós, al Séptimo de Línea” recién me interioricé de qué se trataba la guerra y me di cuenta que la “Batalla de La Concepción” no fue en “Concepción” sino en Perú y que fue parte de la Guerra. Menos mal que mi compañera la Quenita siempre me soplaba y así no me iba tan mal.

En cambio los chiquillos eran estudiosos, leían la revista Mampato completamente. Esa revista era muy educativa e instructiva, tenía historietas (Mampato y Ogú de la cual sacaron la película) Máximo Chambónez, El Agente Nick Furi, Ferrilo y otras más que no recuerdo, tenía reportajes de la historia universal, tenía información de descubrimientos, enseñaba a hacer cosas de cartón o papel, tenía cuentos cortos, publicaban también una canción con la letra y los acordes para tocarlos en guitarra, hasta eso enseñaban y tantas otras cosas. Yo, me dedicaba sólo a leer las historietas que me gustaban y a leer la receta de cocina. Si hubiese leído todo sabría de muchas cosas.

En fin, gracias a mi padre somos apasionados por la lectura. Cuando estaba trabajando en la Universidad, me hice el propósito de comprar un libro mensual, me costaba mucho hacerlo porque el sueldo era bajo, pero con esfuerzo los podía comprar. Como trabajaba en el área de Adquisiciones, libro que caía en mis manos para la escuela de Psicología, lo apuntaba en un papel para comprarlo en cuanto pudiera. Adquirí para mi colección varias obras. Confieso que prefiero los libros de ayuda psicológica a las novelas.

Iván con sus más de 500 libros gasta una enormidad, pero no se trata sólo de comprar, sino que también de leer, luego me recomienda los que le parecen mejores.

La Biblioteca que construimos ya se hace chica para tantos volúmenes.

En fin… leer es no estar nunca solos. Cuando necesites compañía ahí estará el libro, que te llevará por hermosos senderos de la imaginación y te transportará a través del tiempo y del espacio… por eso… a mí me gusta tanto leer…

martes, abril 04, 2006

La Casa

Jueves 06 de Marzo de 2003
Estoy viviendo en el polvo y el desorden, porque los maestros están haciendo un nuevo arreglo en la casa y tienen todo patas para arriba. Así que estamos todos alojando en el segundo piso.

Mi casa inicialmente era de un piso, tenía tres dormitorios (uno para cada uno) un baño, un living, un comedor, una cocina, una pieza chica que le llamábamos así porque sólo cabía mi computador, con su escritorio, el mueble para la impresora y la silla giratoria, una terraza y el patio.

Bueno, con los ahorros que pude juntar cuando vendía tortas y queques en el trabajo, le pagamos al maestro por la mano de obra (fue como un millón y medio). Cuando vendía dulces ese dinero no lo tocaba. Lo iba ahorrando en el Banco para comprarme un auto (esa era mi meta). Luego cuando venía Héctor y su familia, yo tenía que ceder mi dormitorio para ellos y tenía que irme a dormir con mi tía. Entonces hicimos el segundo piso. Construimos dos dormitorios más (uno para Iván que se trasladó) y otro para alojados, otro baño, una sala de estar (donde pusimos el televisor y el equipo de música, una biblioteca (donde guardamos los 500 libros que tiene Iván –si es que no tiene más) y en el lugar donde antes estaba la pieza chica hicimos la escala.

Como el dormitorio que ocupaba Iván estaba al lado de la cocina, el arreglo que están haciendo los maestros ahora, fue botar la pandereta que lo separaba y así ampliamos la cocina.

En el primero piso hay piso de madera y bajo ese piso de madera estaba hueco y cuando caminábamos todo se remecía. Entonces mi tía está haciendo este nuevo arreglo que creo que será el último por lo menos dentro de la casa y están los maestros rellenando el piso para luego colocar nuevamente la madera. Por eso estamos todos arriba.

Yo vivo feliz en mi casa porque tiene todo lo que necesito y me gusta. Tiene un gran patio donde podemos cultivar nuestras plantas y flores. Tenemos un gran parrón con uva negra y blanca, hay dos paltos, dos naranjos, un limón, un níspero, un ciruelo y flores de todos los tipos. Debe haber unas 50 variedades.

Me encanta salir al jardín todos los días a mirar las nuevas flores que han abierto… me fascina sentir el aroma de los azahares y jazmines en primavera. Me encanta oler las rosas. Me gusta mirar el verdor del jardín y en invierno ver cómo cae la lluvia y lava todas las hojas. Ver cuanta variedad de verdes pueden existir. Ah! Y ahora me gusta también el otoño, antes no me gustaba porque me recordaba la muerte de mi padre que fue a principios de mayo, pero ahora he superado esa angustia que se me venía en otoño y debe haber sido porque cuando conocí a Gonzalo el año pasado veía todo color de rosa. Y ahora me encanta mirar cómo las hojas van cambiando de color y caen irremediablemente al suelo llenando el lugar de diversos matices.

Las hojas que van cayendo las vamos amontonando en algún lugar para luego hacer tierra de hoja y así vamos reciclando. Pero no todas las hojas sirven, por ejemplo las hojas del palto son pura mugre, porque nunca se desintegran, en cambio las de los ciruelos se pudren fácilmente con la humedad y el agua de lluvia.

Yo tenía un árbol preferido que era el ciruelo, él daba sombra en la terraza (ya no existe pues se secó) y era tan hermoso e imponente, era alto y frondoso. Cuando llegaba la primavera se llenaba de motitas blancas que luego se diseminaban por el jardín. Los volantines cortados en septiembre, siempre se enredaban en sus ramas y luego bailaban meciéndose con el viento. Me gustaba sentarme en la terraza en la noche y mirar hacia arriba, se veía hermoso, en la inmensidad del cielo azul oscuro, ver cómo las flores de mi ciruelo se confundían con las parpadeantes estrellas.

Creo que cada cosa que hay en mi casa tiene su historia y su emoción. El parrón por ejemplo lo plantó mi papi y siempre que me veía regar las plantas me decía: “échale harta agua a las parras” a él le gustaba mucho la uva. En verano sacaba un racimo y se lo llevaba frente al televisor donde colocaba su silla de playa y se instalaba a mirar la tele. Su silla de playa era muy cómoda, era de esas de madera que llevaba una lona, como una hamaca. Una vez me tocó sentarme y plaf!!!! La lona se rajó y caí de poto al suelo. A mi papi también le pasó y más veces que a mi.

El palto lo plantó el abuelito, claro que nunca lo vio dar frutos, pasaron muchos años para que floreciera. En invierno siempre nos daba leche con hojitas de palto picadas o agüita con cuesco de palta rayado porque eran buenos para la tos.

Mi abuelita comía fruta y siempre lanzaba los cuescos hacia el jardín diciendo: “pa’ que salgan”. Y siempre salían, hoy, hay dos paltos que dan fruto y hay varios que no dan nada. Con el tiempo nos dimos cuenta que el palto que plantó el abuelito no daba porque le faltaba su pareja, cuando hubieron dos paltos en casa comenzó a llenarse de flores y a agraciarnos con su sabroso fruto. Claro que la Dinky (la perrita) se los va comiendo a medida que van cayendo y hay que andar detrás de ella cuando escuchamos algo caer.

Las rosas pueden ser las flores que más me gustan, pero sólo las que tienen aroma, las otras no me llaman tanto la atención. Desde que recuerdo, me he pasado la vida trasplantando rosas de aquí para allá y de allá para acá. En los meses de abril a junio es cuando debemos hacer todos los trasplantes necesarios y las podas correspondientes. Siempre hay mucho que hacer en el jardín y el tiempo que tengo es poco, con mis turnos puedo dedicar sólo un día a la semana para estos menesteres y no siempre lo hago porque también me canso y quiero flojear.

Los gladiolos también son parte de mis flores preferidas, pero dan que hacer en el sentido que hay que plantar la papa en agosto y luego que florecen y se secan hay que sacarlos de la tierra, porque de lo contrario la papa se va desintegrando. La mayoría de las flores de papa son así, los iris, las fresias. Ah! Me acordé que las azucenas también son de papa pero no necesitan ser sacadas de la tierra todos los años, ellas se mantienen ahí. Y son muy fragantes, a mi abuelita le gustaban tanto.

El Amarilis es una planta de papa que florece en diciembre, he comprado muchas papas y nunca me han florecido, eso me ha frustrado un poco porque no sé a qué se debe. Pero bueno, no todo lo podemos lograr en la vida.

Podría seguir contando tantas cosas de mis flores y mis árboles pero puedo cansar a mis lectores.

Por todo esto que he contado es que digo que mi casa es linda y vivo feliz en ella. Y hasta hace un tiempo no necesitaba nada más para ser feliz… pero hoy… siento que sí necesito algo más y eso… es el amor.

lunes, abril 03, 2006

El Amigo Virtual

Marzo 04 de 2006

Después de mi primer viaje a Montevideo. Y luego de quedar encantada por la belleza, la limpieza, la Arquitectura y por la gente tan bien educada (que me saludaba por las mañanas cuando entraba al ascensor, aún sin conocerme). Me dediqué a investigar sobre aquel país. En el trabajo, cuando no había llamados que atender (era ejecutiva Atención Clientes), utilizaba mi tiempo en buscar en Internet. Leía el diario de Montevideo y me informaba sobre las cosas que allá pasaban.

Así fue como un día llegué a una página de comentarios, donde los emigrantes uruguayos contaban su historia, desde el país donde radicaban. Encontré el comentario de un señor, residente al Sur de Chile.

Estaba su casilla electrónica, así que le escribí. Al día siguiente al revisar mi casilla, me encontré con la respuesta de él… y fue así como se inició una linda amistad virtual. Sin conocernos, sin vernos, sin enviarnos fotos, se gestó entre nosotros una gran confianza. Nos escribimos ininterrumpidamente durante dos meses.

Poco a poco comencé a enviarle mis escritos. Los que le gustaban mucho. Fue inspirador de varios de ellos, porque contándole a él cómo era mi casa (la casa donde vivía en ese entonces) nació el escrito “La Casa”, también “Las Revistas”, “Un Poema de Amor” y otros más que iré insertando a medida que voy narrando mi historia.

Él comentaba lo que escribía, me incentivaba a continuar escribiendo, y en su calidad de Periodista, hasta me aconsejaba sobre la redacción y la puntuación.

A veces a medida que “dialogábamos” por mail, me hacía insinuaciones: “¿tengo edad como para que te enamores de mi?”

“¿Y ahora qué hago contigo?
Si te metes en mi piel,
me inundas los sentidos,
te adueñas de lo mío.

¿Y ahora qué hago contigo?
Quisiera darte plena entrega de mi canción.
Más no puedo… más yo quiero.

¿Y Ahora qué hago contigo?
Tu mirada me viste, no lo puedo evitar…
y sólo tengo, vacía presencia que quisiera completar…”

Yo pololeaba con Gonzalo, así que mucho caso no le hacía. Pasaba por alto sus insinuaciones y sus poemas. No le seguía el juego. Aunque, confieso, sentía una gran atracción por sus palabras. Sentía necesidad de sus correos.

Un día, no supe más de él. Y por más que le escribí y le escribí… nunca contestó. Sentí mucha tristeza con su ausencia. No sabía qué había pasado. Me gustaba su amistad… o ¿me gustaba él y no quería reconocerlo?

Fue un amigo importante y por eso, merece ser mencionado en esta historia. Es parte de mi corazón y lo que siente mi corazón, se plasma en las líneas de estos escritos…